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Mostrando las entradas de junio, 2006

23. Escritura: la crónica de una asfixia

De la nada, mi garganta estaba totalmente cerrada. Era un sepulcro sellado que no dejaba meter ni sacar aire. La necesidad de respirar me debatía en un resuello agudo. La asfixia hundía sus dedos en mi cuello. Me levanté del sillón donde había estado viendo la tele. Mi hija me dio un poco de pulpita en el dorso de la mano. Lamí. Y fue entonces cuando el cuerpo se cerró todo. Caminé, ya casi sin oxígeno en mis pulmones, para abastecerme y sobrevivir por lo menos un segundo más –un segundo más, un segundo más, un segundo. Mi mente entró a otro estado de conciencia. Se disoció del cuerpo. Tenía una existencia propia, que nada tenía que ver con el cuerpo oprimido. Esa mente veía todo a una velocidad fluida, cándida. Mira, es un ojal la garganta cuando se cierra. Parece un párpado inferior cerrado sobre el superior. Sellado. Detrás de mí escucho a mi hija seguirme asustada: mamá, mamá... Si tan sólo se pudiera abrir. A mi lado lo siento a él, tocar mi espalda, sin saber qué hacer con su ma