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Mostrando las entradas de junio, 2009

Adiós, Pina

Supe de ella por Adriana Castaños, en aquellos años en que llegué a Hermosillo y podía estar en una reunión interdisciplinaria con pintores, coreógrafos, bailarines, escritores. Aquellos tiempos en los que se hablaba del arte con pasión, con sed de aprender, con ganas de hacer las cosas juntos. Con esa apertura ingenua a mis 18 años, me lancé a investigar sobre Pina Bausch y el teatro-danza. Una chingona, fue la definición sobre Pina que me dio Adriana, con su fuerza y desparpajo habituales. Le debo muchas cosas a la danza contemporánea que se hizo alrededor de Adriana Castaños. Y entre esas cosas que le debo están las conexiones con otras artes, otros creadores. Y la conexión con la chingona de Pina Bausch.

Gracias, Diana

En estos momentos en que tiene tanto sentido el lazo que cruza por toda América y la defensa de la democracia -real y libre, no simulada-, me da mucho gusto encontrarme este bautizo de Llama en Venezuela, el agua sobre la llama.

Ahora sí

No he podido escribir sobre sus muertes. Sobre el dolor de los padres. Yo he sido testigo. Los padres, siempre amorosos y protectores, se desmoronan ante la muerte, ante la implacable muerte, de la cual no pueden salvarnos. Rozan la locura. Se hunden en una oscuridad, en un caos que no podemos ni siquiera sospechar. Respeto tanto esa tragedia que se vive en la intimidad de las familias, que no puedo ni siquiera tener palabras dulces, ni devastadoras, ni acusadoras, ni compasivas. No me alcanzan. Pero sí puedo hablar ahora cuando esta tragedia extiende sus órdenes de aprehensión contra burócratas cuya responsabilidad era tener la llave de un almacén con una refrigeración vieja y que a nadie importaba (¿a quién le importan esas placas olvidadas porque no hemos podido pagarlas?), de un bombero (¿un bombero?) de quien no importa lo que hizo en sus años de servicio sino el azar de una ruleta rusa. La red de tráfico de influencias del gobernador antes vista con cierta simpatía y hasta a

Línea de muerte

El verano. Me he puesto el verano como límite para terminar la novela. No tengo que madrugar a las 5 am para llevar a mi hija al colegio y estar en mi oficina. Mariana mañana termina su año escolar. Ya puedo desvelarme escribiendo como antes de mi quebranto de salud. O ya puedo madrugar para escribir en el silencio, con la cafeína corriendo por mis vasos sanguíneos. Así que fui a mi cuenta de zoho a barrer bien mi manuscrito, a tirar lo sobrante, lo obsoleto y quedarme con lo que quiero conservar, trabajar. Fui a mi carpeta de la novela y revisé notas, capítulos sólidos, capítulos en revisión. Sobre mi escritorio tengo una impresión completa de lo que persiste. En mi mente tengo la ebullición de esas vidas, esos pilotos, la negrura de sus miedos. En mis dedos tengo mi miedo , mi propio miedo. ¿Por qué a veces escribir aterra tanto...?

Podadora pequeñoburguesa

He terminado la corrección de estilo del libro de una historiadora norteamericana sobre las políticas para regular la mendicidad en el México del siglo XVII al XIX. Un bellísimo libro, riguroso en su investigación, conmovedor en sus implicaciones. Terminé cuando Mariana todavía dormía y Rabito tomaba el sol en el patio. Tomé las herramientas y salí al jardín a arreglar el jardín. Justo la actividad que me ha recordado tanto la jardinería (la corrección) me había alejado de ella. El seto bajo que bordea el pasillo que lleva a la puerta de casa, las benjaminas enanas bajo la ventana del comedor, la bugambilia custodiando la ventana de la cocina eran unos entes greñudos y ariscos. Ahora lucen perfectamente recortados. Me preguntan los editores si deseo salir en los agradecimientos. Respondo que no soy académica y las menciones no me aportan nada. Sólo soy una pequeñoburguesa que celebra los ingresos extra. Una pequeñoburguesa con una casa con jardín. Un jardín que me ha rescatado del a

Llamarada

Ya sé que no he contado nada sobre la presentación. Ya irá saliendo. Siempre que paso por un evento así necesito silencio después. Aislarme de eso que es inevitable, pero que no es la mejor parte de un libro. Aunque lo disfruto: la buena asistencia de la gente (alrededor de 100 personas), las lecturas tan puntillosas sobre Llama y sus comentarios positivos, el apoyo de las instituciones, la presencia y palabras del editor de Umbral, el calor de mi familia y seres queridos, los ojos atentos de mi hija, las flores recibidas, los comentarios de la gente cuando se acerca a que le firme el libro, las invitaciones para leer ante grupos de enfermos de cáncer... Y al final de cuentas lo emocionante es atestiguar la generosidad de tantos amigos que aportaron desde su voluntad para estar en la mesa del vino hasta su talento para hacer cosas como ésta .