Estoy trabajando a tope junto con mi nueva editorial para que la novela esté lista. He andado estresada, ausente, me han multado dos veces (tenía años sin una multa), la presión empieza a dejar secuelas en mi organismo y su funcionamiento. Pero estoy feliz. Feliz de aprender, de retarme. Feliz de contar con la comprensión de una hija que se ha buscado qué hacer mientras muevo, quito, reescribo, rayo; que ha ignorado mis olvidos y distracciones y descuidos y que, sobre todo, me ha perdonado la mala cocina de estos días. Feliz de contar con el apoyo de él, de Jaime, que cree en mi novela, en mí, y es en quien mejor acomodo mi alma y mi mente y mis palabras. Ahora, con permiso, me tomaré un tequilita con su sangrita. Y me sentaré a ver los Golden Globe para distraer la cabeza, antes de dar la última lectura... por hoy.