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Mostrando las entradas de 2019

Mariana, 24

Mariana siempre había deseado una fiesta sorpresa. Y yo siempre había querido hacerle una.  Pero me descubría antes de tiempo, o tenía que abortar la operación anticipadamente por la cantidad de preguntas que ella hacía hasta dejar por descubierto el plan. Ayer su gran amiga Valeria lo logró. Citó a las amistades de Mariana en un bar y la sorpresa fue. Por muchos años tuve (y aún tengo, pero con un espíritu y un inventario distinto) una frase impresa: "Mi gloria ha sido tener tales amigos" (Yeats). Y al ver las fotos y videos de Mariana en las historias de instagram, sonriente, rodeada del cariño y la  alegría de la amistad, pienso que también en su caso ha sido una gloria. Y que todos esos vacíos que he dejado en mi relación materna con ella —por torpeza, incapacidad, taras o lo que sea—, los han llenado sus amistades, desde que era pequeña y ya hacía pandilla con Andrea, Paulina, Alejandra, Kristina, Simon; luego con Ivana, Alejandro, Julián, Conny; ya aquí en la C

Cecilia, 8

Hoy es cumpleaños de Ceci. Y esta noche me ha dicho que no quiere crecer. Que siempre quiere tener 7 años, quizá 8. Pero eso de crecer, no le gusta. Lloraba. ¿A qué tienes miedo? Quise ahondar. Cada día lleva su afán, y cada día te prepara para el siguiente. Así hoy no puedes saber lo que la Ceci de 8 sentirá ante la Ceci de 9 años. Cada día se disfruta, cada día se aprende, cada día se crece, y sin embargo, no lo notas. ¿Qué tengo de diferente hoy a cuando tenía 7 años?, me preguntó. Un día más de vida, solamente, no es un año, no es un grado. Es solo un día más, pero que te hizo completar la vuelta al sol. Como niña Montessori lo sabes. ¿Pero qué responsabilidad tengo ahora?, se preocupa. Y le digo que ninguna nueva; las responsabilidades se obtienen cuando una está lista para asumirlas. Y se asumen con alegría y entusiasmo.  Ella misma me pedirá un reto nuevo, como cuando pasó a segundo. Nadie le ordena; ella camina a su paso, le digo. Y deja de  llorar. Ceci es su propia lecc

Mudanzas I / JAN

Con las mudanzas no solo hay cambios; también llega la exhumación de recuerdos, objetos, fetiches, palabras, imágenes. En una caja encontré cartas escritas a mano que nos escribíamos Jacque, Nora y yo. Las tres amigas inseparables a partir de sexto y primero de secundaria hasta hoy, a pesar de los exilios de cada una. Encontré nuestras fotos en portarretratos con dibujos hechos a mano y la inscripción JAN (¿qué adolescente se resiste a nombrar la amistad con un nombre único, no importa qué tan trillado, simplón o cursi pueda ser?). Las volví a leer: reconocí la letra redonda y vertical de Nora, la letra redonda e inclinada hacia la derecha de Jacque. Caligrafías hermosas, afables, correctas, como siempre han sido mis amigas. Leí de nuevo los dilemas escolares de Nora, con una concentración en los estudios que me maravillaba; volví a leer los cambios radicales de Jacque: la adaptación a una ciudad que la vio nacer pero que en cierta forma era ajena e incómoda, retadora y maternal

Lengua encarnada

Qué significativo que el curso "Poesía y la crisis del lenguaje" que impartió Javier Sicilia terminara justo en el mismo mes en que Cecilia culminó sus terapias de lenguaje. "La palabra no solo nombra, sino que también crea. Sacamos del mundo de las tinieblas aquello que nombramos, a través de la palabra, la Lengua", inició Javier su curso dentro del programa Grandes Maestros de la UNAM. Y a partir de ahí empezó a resonar no solo mi búsqueda a través de la poesía, sino el complejo proceso de Ceci con el lenguaje, y mi crisis literaria después de ello. La primera palabra que Ceci pronunció, antes de cumplir su primer año de vida, fue "Hola". Siempre me llamó la atención. No fue mamá, no fue papá, no fue leche. Fue "hola": su capacidad y necesidad de crear puentes, de comunicarse con otro, de entablar una relación y una empatía estaba ahí clara en esa primera palabra. A partir de ahí fue fortaleciéndose una personalidad extrovertida, alegre,

Wendy y el día del pañoleta verde

Yo tenía 25 años y ella escasos 17. Si puedo describir la primera impresión de ella es que era una chica ávida de saber, de aprender, de crecer. Preguntaba sobre todas las cosas. No sobre cuál era el comando para poner un acento (ok, recordemos, era 1996); preguntaba cosas profundas, de la vida, de la sociedad, de política. Así conocí a Wendy. Luego coincidimos cuando yo tenía casi 30. Coincidimos en el trabajo. Yo ya no era su jefa. Nos recuerdo sentadas sobre una mesa, ella agarrando mi mano, preguntándome sobre mi postura ante el aborto. Ella sabía que yo era creyente, ex estudiante de Teología. Siempre me escuchó. Siempre la escuché. Sus preguntas me interpelaban, me desbalanceaban, me sacaban de esa línea argumental que yo creía tan firme y segura. Pero también me escuchaba con respeto, jugando con mi mano, como si fuera una forma de garabatear en un cuaderno, en su mente, algo que sería histórico casi 20 años después. Sí. Hoy volví a ver a Wendy, Wendy Briceño, diputada fed

El mundo cotidiano y el mundo literario

Ayer fui a la exposición de Remedios Varo en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Disfruté de una colección de bocetos, cartas, diarios, objetos personales, además de una selección de obras. Entre los documentos había una agenda de teléfonos. Estaba el teléfono de su ex pareja, Benjamin Peret, y los teléfonos de un plomero, del señor de los pisos, del señor de las persianas, y el de la señora Panchita: el mundo doméstico y cotidiano de Varo. Y vi claramente la convivencia entre ese mundo pragmático, logístico que conlleva un hogar, con esa imaginación desbordada de Remedios Varo, sus lecturas metafísicas, las conversaciones sobre surrealismo con la comunidad de exiliados (residentes muchos de ellos en la Roma). Desde hace meses llevo una conversación intermitente con una amiga escritora, ex compañera de generación y de habitación en el FONCA, sobre ese tema: cómo conjugar la maternidad, la vida cotidiana, laboral, con la literatura en sus sendas de escritura y lectur