El terror y la inseguridad al escribir han amainado gracias a los comentarios, especialmente, de dos personas que respeto mucho como escritores y a quienes tengo un cariño muy cercano: Javier Munguía y Margarita Oropeza.
Ambos me han hecho comentarios puntuales sobre lo avanzado; digamos que le han prestado sus ojos al “narrador ciego” del que hablaba hace días para orientarlo: Las líneas coinciden aquí, los colores se lograron allá; pule aquello, potencia esto.
Ambos han coincidido en:
-Ya está claro el anhelo por el vuelo que tienen los personajes principales.
-La motivación de ellos está bien diferenciada.
-Hace falta reforzar el inicio.
Margarita ha añadido que:
-Es interesante el ambiente campirano, machista, sofisticado por el ambiente de la aviación.
Javier ha anotado que:
-Es importante mantener la novela alrededor de la acción, y no de la reflexión, tono que suelen tener mis novelas.
Hoy mientras desayunaba con Margarita, hablábamos de su novela, de la mía, del futuro que queríamos como escritoras. Estábamos en un restaurante vegetariano, rodeadas de incienso y cuarzos. Y nos percatamos de que en una mesa vecina estaban sentados, en una charla queda, académicos locales y foráneos de Letras, que se encuentran reunidos por el Coloquio Internacional de Literaturas.
Y pensé que a pesar de todo, de las limitaciones que tiene una ciudad que ni siquiera tiene una librería que merezca llamarse tal, podemos encontrar pequeños destellos y recursos por estas redes de personas que, inexplicablemente, insistimos en permanecer en el camino árido y a contracorriente que es la literatura.
Mientras haya una persona interesada en las letras con quien podamos intercambiar visiones creativas, es suficiente; mientras haya una mesa con 6 personas a quienes conocer mejor y con quienes intercambiar conceptos, es más que suficiente.
Los recursos que podemos encontrar en una ciudad como ésta, no están agotados.
No contaremos con una librería digna, pero a la biblioteca de Javier Munguía le sobran muchos libros que tarde o temprano irá vendiendo, como suele hacerlo.
Ambos me han hecho comentarios puntuales sobre lo avanzado; digamos que le han prestado sus ojos al “narrador ciego” del que hablaba hace días para orientarlo: Las líneas coinciden aquí, los colores se lograron allá; pule aquello, potencia esto.
Ambos han coincidido en:
-Ya está claro el anhelo por el vuelo que tienen los personajes principales.
-La motivación de ellos está bien diferenciada.
-Hace falta reforzar el inicio.
Margarita ha añadido que:
-Es interesante el ambiente campirano, machista, sofisticado por el ambiente de la aviación.
Javier ha anotado que:
-Es importante mantener la novela alrededor de la acción, y no de la reflexión, tono que suelen tener mis novelas.
Hoy mientras desayunaba con Margarita, hablábamos de su novela, de la mía, del futuro que queríamos como escritoras. Estábamos en un restaurante vegetariano, rodeadas de incienso y cuarzos. Y nos percatamos de que en una mesa vecina estaban sentados, en una charla queda, académicos locales y foráneos de Letras, que se encuentran reunidos por el Coloquio Internacional de Literaturas.
Y pensé que a pesar de todo, de las limitaciones que tiene una ciudad que ni siquiera tiene una librería que merezca llamarse tal, podemos encontrar pequeños destellos y recursos por estas redes de personas que, inexplicablemente, insistimos en permanecer en el camino árido y a contracorriente que es la literatura.
Mientras haya una persona interesada en las letras con quien podamos intercambiar visiones creativas, es suficiente; mientras haya una mesa con 6 personas a quienes conocer mejor y con quienes intercambiar conceptos, es más que suficiente.
Los recursos que podemos encontrar en una ciudad como ésta, no están agotados.
No contaremos con una librería digna, pero a la biblioteca de Javier Munguía le sobran muchos libros que tarde o temprano irá vendiendo, como suele hacerlo.
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