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Mostrando las entradas de mayo, 2015

Punto de partida

Tenía la idea de un cuento. Tenía esa costumbre nueva de escribir el inicio en la mente. Tenía el mal hábito de no seguirlo en mi cabeza, menos en papel. Luego un día, con ese inicio y todas las dudas de cómo contarlo y resolverlo, me senté a escribir la frase que tenía fija "Yo solía hablar". Y seguí. Y de un tirón, el cuento ya estaba ahí. Me di cuenta que sólo escribiendo mis cables se conectan, mis estructuras se conectan, mis palabras se conectan. Y este impulso (ahora certeza) nació de haber leído (y de haber intentado): Marcel Proust exploró durante más de la mitad de su vida las posibilidades que le ofrecía la literatura. Escribió textos interesantes, pero incompletos, aproximados, insatisfactorios. Trabajaba con tenacidad y con angustia, sin saber si su exploración iba a conducirlo a un hallazgo importante. Estaba enredado en la realidad, en los lugares geográficos, en los personajes casi siempre mediocres que lo rodeaban, en las obras de arte de moda, y le co

Declaración de principios

Mucho me he preguntado sobre el tipo de escritora que soy y quiero ser. Trasplantarme del desierto al DF obliga cuestionarme, replantearme. Lo que siempre he sabido: No soy una escritora generacional o grupal. No apuesto por las relaciones públicas. No me interesa el paquete mercadológico alrededor de mi persona. No veo la literatura como un acto social. No quiero publicar por publicar; tampoco me interesa cualquier editorial. No me interesa representar nada ni a nadie. No estoy aquí para demostrar nada a nadie, ni a mí misma. No poseo genialidad ni un talento extraordinario, pero sí una disciplina que me salva. Lo que reafirmo: Me interesa hacer mi trabajo concentrada en mi escritorio, construir lo que me apasiona, no lo que me conviene. No quiero poner la literatura por encima de lo que soy y vivo, porque lo que soy, veo y vivo alimenta a mi escritura. No quiero hacer Literatura , sólo escribir. Lo que descubro: Mercado, vigencia, conveniencia, contactos, relaciones

Jaime: 48

Todo lo que pueda decir de él será siempre fallido. Porque Jaime es este hombre: el que voltea a ver al árbol, no al cielo ni a la cámara, el silencioso, el suave, el ríspido, el que observa, el que sabe, el que vive, el que ama al árbol y su corteza reseca y sus ramas caprichosas y su extrañeza y su no fruto, el que ve la nada y la hace fecunda, el que ve los frutos y los cuida y cultiva, el hombre que da frutos, el hombre que ama a sus hijos, el hombre que siempre es cosecha, ambueza abierta y repleta.   Quería decir todo esto (que sabía sería fallido), para en realidad sólo decirle: feliz y larga vida, molt estimat Jaume.

Bloqueos

Estos días he estado charlando con mi amigo Javo sobre los bloqueos en la escritura. Por miedo. Por decepción de uno mismo. Por frustración. Por omisión. Por inanición temática. Por negligencia. Por posponer y posponer. Por una inalcanzable pretensión. Por un terror hasta la náusea. Entiendo todas estas formas, las he vivido. Pero el otro bloqueo, el que sólo impone un dique seco para aislar y proteger la vida que es una cauda de abrazos rechonchos, manos regordetas abiertas hacia ti, risas aderezadas con gestos nuevos, -eso- gestos nuevos, palabras nuevas, palabras -sólo palabras-, para ese no hay remedio, porque ¿para qué querer remediarla?

Two Human Beings (The Lonely Ones), 1896 by Edvard Munch

Robado de @jaimesolerf (por el placer de asomarme a su mundo), quien a su vez tomó prestado de @carl_kholer, quien a su vez ...