"No la leas, nada más mírala", le dije a mi padre, mientras sostenía en mis manos el manuscrito de la novela. ¿Todo eso es?, preguntó con su voz solemne, parca, prudente. Sí. Esto.
Abrimos una botella de vino, mis hermanos bromearon, el manuscrito pasó de mano en mano: "La Antonieta dice malas palabras en el libro", "¿Salgo yo?", las bromas iban salpicando la charla ajena a la novela que nos ocupaba esa noche.
De repente, después de dos copas distraídas, miro a mi padre con gafas detenido en la lectura. Pasaba una hoja y otra y otra. Mi corazón empezó a dar tumbos, mi sonrisa se borró, toda mi atención y mi silencio eran para mi padre: él leyendo algo que yo no quería, algo que temía.
¿Qué sigue? Sí. Eso me preguntó mi padre mirándome por sobre los lentes. Y mi miedo se disipó. Buena pregunta: qué sigue.
Comentarios
Saludos; Eidania.
Gracias por visitar este nido :D