Tengo dos años sin ir a la FIL. En realidad, la primera vez me aturdió; y entonces estuvo él para que leerme, para darse cuenta de mi incomodidad, para invitarme a tomar una bocanada de aire, para escapar, para tener esa otra FIL paralela donde podíamos caminar al aire libre, lejos de los egos de los escritores deambulando como almas en pena, para hablar de otros libros, de otro amor por los libros. Así fue por algunos años, hasta que la FIL no fue el lugar de encuentro.
Hoy tenemos esa FIL paralela todos los días, aquí en casa: con el aire libre de nuestros árboles frutales, lejos de los egos literarios y muy cerca de tres criaturas que cada día descubren mundo, seguimos hablando de libros, haciéndolos cada uno a su manera y a su ritmo.
En estos dos años no he podido acompañarlo.
Quizá esa FIL ya no nos sea necesaria. Quizá no a mí.
Hoy tenemos esa FIL paralela todos los días, aquí en casa: con el aire libre de nuestros árboles frutales, lejos de los egos literarios y muy cerca de tres criaturas que cada día descubren mundo, seguimos hablando de libros, haciéndolos cada uno a su manera y a su ritmo.
En estos dos años no he podido acompañarlo.
Quizá esa FIL ya no nos sea necesaria. Quizá no a mí.
Comentarios
Y el ego que se percibe, a veces tan groseramente, como ayer un botón de muestra: un autor se dignó iniciar la firma de su libro dos horas después de la hora señalada, a pesar de estar sin otro asunto que amena charla de colegas, vigilando de reojo que la fila fuera considerable para la foto. Pero ese afán de la firma, cada quien, no agrega valor a un libro.
Espero encontrarnos en otra encrucijada! ¡Abrazo!