Una llamada en la madrugada; no de ella desde Barcelona, sino de su novio desde Canadá: Mariana se sentía muy mal y quizá se la llevarían al hospital.
La angustia de estar lejos, de no estar ahí. Pero qué alivio sentirme apoyada por él y por Carme, amiga de la familia, y por Jaime, que espantó su sueño para estar a mi lado esperando noticias; gracias a ellos ha menguado la angustia y sólo me mantengo en alerta.
Finalmente Mariana pudo levantarse a cocinarse por primera vez en su vida unas lentejas. Carme está con ella. Y esperan a un doctor.
La imagino enferma y agravada por su homesickness, y como madre sólo pienso en la experiencia profunda que está siendo para ambas esta distancia. Y la abrazo en esa distancia, la abrazo por la fuerza que me demuestra.
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