Murió Jesús Enrique Salgado Bojórquez. Y vengo a recordar el cariño y admiración que le he profesado, para que el silencio de sus últimos años —por una condición médica— no abone al olvido.
Enrique fue empresario, y también un movilizador de ideas, un lazo entre mentes que debían dialogar, un curioso de la historia, cultura, pensamiento, filosofía, un amante del desierto. Siempre pies a tierra. Si se interesaba por el legado del Padre Francisco Eusebio Kino, no solo leía y estudiaba, sino que organizaba cabalgatas para seguir sus rutas en las tierras yermas de Sonora. Si leía la revista Vuelta y con especial interés a Gabriel Zaíd, no solo guardaba la revista en su librero: iba y se sentaba con Gabriel Zaid para hablar e intercambiar.
Era un conversador brillante, sin poses ni rebuscamientos, abierto y lleno de sentido del humor. Enrique leía a Góngora, y era capaz de recitarlo con su fuerte acento sonorense. Leía a Teillhard de Chardin, y se preocupaba por su comunidad.
En su juventud se unió a las juventudes comunistas; luego fue haciendo un rodeo congruente, siempre respondiendo a su conciencia, hacia las comunidades sociales de base y hacia el PAN, del cual se alejó antes de que ahora fuera un partido que se nombra con vergüenza y entre dientes.
Para quien se pregunte cómo dio esta vuelta, le diría que tendría que haber vivido en los 80 y 90, cuando ese tránsito ideológico era posible y benigno, sin sombra del oportunismo o de incongruencia.
En el 97 tomó la decisión de ser candidato a la gubernatura de Sonora por el PAN. No se enfrentó a Armando López Nogales. Se enfrentó a Beltrones, con todo lo que ello significó.
Su casa estaba siempre vigilada por gente de gobernación. Ostentaban ese espionaje como una forma de generar terror psiciológico. Enrique se asomaba por su enorme ventanal al jardín abierto, sin rejas ni protección alguna, y se preguntaba: ¿No querrán agua? ¿No querrán café? No era del todo ingenuo. Era su forma de enfrentar esa guerra incansable que ejerció el poder contra él.
Vienen a mi mente anécdotas hilarantes como esta o sobre los espionajes a su celular. Pero dejó de ser simpático cuando fue perdiendo sus autos, en accidentes inexplicables, en la sierra de Sonora.
Un empresario exitoso le envió un mensaje: que me diga qué necesita, cuántos carros, dinero, para la campaña. Enrique no aceptó un cinco. No quería compromisos, no quería favores.
Cuando perdió acabó drenado emocional y económicamente. Pero Enrique, ese hombre atrabancado, claro, siguió su camino. Ya desde antes se le habían cerrado las puertas en el estado. Como constructor de ferro cemento no tenía forma de participar en licitaciones o concursos para obra pública. Impulsaba la creatividad de su equipo de trabajo para imitar arrecifes y otro tipo de paisajes que acababa en acuarios u hoteles en Estados Unidos.
También hizo unas estatuillas del padre Kino, su figura más admirada quizá.
Me encantaba hablar con él; verle junto a Luz Amalia, su esposa, también brillante, divertida, jovial, valiente.
La última vez que lo vi en persona, fue en un supermercado, muy temprano, poco después de las 7 am. Lo acompañé a su auto para que me entregara el libro que había editado sobre las rutas del padre Kino, con otros participantes de las cabalgatas e historiadores.
La última vez que hablé con él, fue ya estando yo aquí en al Ciudad de México, con mi hija menor recién nacida. Le dio gusto. hablamos poco con la promesa de vernos en Hermosillo para presentarles a mi niña a él y Luz Amalia.
Cuando volví a Hermosillo, Enrique ya no se presentó. A la firma de libros a la que fui, se acercó uno de sus mejores amigos, Enrique Rubio, y me pidió que dedicara uno de los libros a Enrique y Luz Amalia. Iba con esa encomienda. Enrique ya no estaba bien de salud.
Lo extrañamos desde antes de que se fuera, y nos hizo falta desde antes de su partida.
Abrazo a Luz Amalia, a su familia, hijos, nietos; a sus amigos, a todas las personas que dialogamos y aprendimos con él; a todas las personas que se sintieron tocadas por su andar en Sonora.
Te hemos extrañado, Enrique, nos has hecho falta, y así seguirá siendo. En paz descanses, amigo.
Comentarios
Gracias a Dios por conocerle y tratarlo. En 2006 participó en Roma en la entrega del proceso Diocesano del jesuita Eusebio Francisco acompañando al Arzobispo Ulises, y en 2011 en el Teicentenario luctuoso del P. Kino. Descanse en la presencia de Dios y de Nuestra Señora de la Concepcion, el caborquense Jesus Enrique. Innolvidable amigo, vaquero,padre,esposo,abuelo,servidor. Siempre ofrezcamos nuestras misas por los amigos. Servidor en Cristo , German Orozco Mora.
Gracias a Dios por conocerle y tratarlo. En 2006 participó en Roma en la entrega del proceso Diocesano del jesuita Eusebio Francisco acompañando al Arzobispo Ulises, y en 2011 en el Teicentenario luctuoso del P. Kino. Descanse en la presencia de Dios y de Nuestra Señora de la Concepcion, el caborquense Jesus Enrique. Innolvidable amigo, vaquero,padre,esposo,abuelo,servidor. Siempre ofrezcamos nuestras misas por los amigos. Servidor en Cristo , German Orozco Mora.