“Descubren misterio del ombligo”, advertía una pequeña columna de la prensa. Mis ojos se echaron un clavado suicida. El título prometía una revelación tan misteriosa y profunda como el mismo Génesis, o tan compleja como un tratado de Darwin. Pero al momento de querer entrar a esa sagrada caverna del conocimiento, rápidamente se cerró la puerta en mis narices: “Con una muestra de 5,800 personas, investigadores han descubierto de dónde proviene la basurita que se acumula en el ombligo”.
Ya estando en circunstancias tales, me resigné a asomarme por el cerrojo: Esta revelación disminuida se limitaba a cuatro incisos tan inexplicables como los siguientes: a) La basurita se acumula más en ombligos de varones que de mujeres; b) La basurita proviene en su mayor parte de la ropa; c) El color que prevalece es el azul; d) La basurita se forma al subir pequeñas partículas por el pelo hasta acumularse en el ombligo.
No les extrañe que me haya atraído la búsqueda de una información tan aparentemente anodina como el ombligo. Pero durante gran parte de mi niñez asumí como una tarea vocacional (y casi misionera) el esculcar el ombligo de mi padre y sacar de su profundidad esos ovillos de lana.
No era la procedencia de la lanita lo que me intrigaba, sino el ombligo. Despejar ese pequeño pozo era un intento por despejar el gran misterio que me representaba ese punto. En mi niñez, era el único vestigio anatómico de un lazo genealógico; la señal de que algo había unido a mi padre con su madre, y a su madre con su propia madre, y así sucesivamente.
Al fondo del ombligo siempre hallaba esa especie de nudito. Me decía: ¡Aja-ja, con que esto tenemos! Nuestro cuerpo no tiene costuras ni orillas donde se vea cómo nos han hecho, pero esto... ¡esto parece el nudo que ha dejado un experto sastre al terminar de confeccionar un traje! Pensaba que en el ombligo estaba el gran misterio sobre la confección de Dios, que ahí estaba ese nudito donde se ataba toda nuestra piel y hechura.
El ombligo parece una especie de ojo, unas veces rasgado verticalmente, otras horizontalmente; algunas veces un ojo redondo y profundo, o bien un ojo saltón. Pero desde ahí parece recibirse y transmitirse, como una especie de mirada no consciente, todo aquello que los ojos no ven: emociones, ansiedad, estrés, deseo, lascivia, miedo, paz, sabiduría.
Ahora pienso que algo así fue construyendo en el imaginario colectivo esa frase de creerse el ombligo del mundo, no sólo como centro del mundo sino centro de nuestra creación, hechura, constitución humana.
Claro, ya adulta, cuando el misterio de la creación y la genealogía me fue explicado a medias por la ciencia, esa lanita infaltable en el ombligo de mi padre se había vuelto una duda, no tan grande ni significativa como la nostalgia de esa cercanía física que tuve con él, y de mi ingenuidad y sed de conocimiento buscando en tal pozo de la sabiduría que fue el ombligo de mi padre.
Ya estando en circunstancias tales, me resigné a asomarme por el cerrojo: Esta revelación disminuida se limitaba a cuatro incisos tan inexplicables como los siguientes: a) La basurita se acumula más en ombligos de varones que de mujeres; b) La basurita proviene en su mayor parte de la ropa; c) El color que prevalece es el azul; d) La basurita se forma al subir pequeñas partículas por el pelo hasta acumularse en el ombligo.
No les extrañe que me haya atraído la búsqueda de una información tan aparentemente anodina como el ombligo. Pero durante gran parte de mi niñez asumí como una tarea vocacional (y casi misionera) el esculcar el ombligo de mi padre y sacar de su profundidad esos ovillos de lana.
No era la procedencia de la lanita lo que me intrigaba, sino el ombligo. Despejar ese pequeño pozo era un intento por despejar el gran misterio que me representaba ese punto. En mi niñez, era el único vestigio anatómico de un lazo genealógico; la señal de que algo había unido a mi padre con su madre, y a su madre con su propia madre, y así sucesivamente.
Al fondo del ombligo siempre hallaba esa especie de nudito. Me decía: ¡Aja-ja, con que esto tenemos! Nuestro cuerpo no tiene costuras ni orillas donde se vea cómo nos han hecho, pero esto... ¡esto parece el nudo que ha dejado un experto sastre al terminar de confeccionar un traje! Pensaba que en el ombligo estaba el gran misterio sobre la confección de Dios, que ahí estaba ese nudito donde se ataba toda nuestra piel y hechura.
El ombligo parece una especie de ojo, unas veces rasgado verticalmente, otras horizontalmente; algunas veces un ojo redondo y profundo, o bien un ojo saltón. Pero desde ahí parece recibirse y transmitirse, como una especie de mirada no consciente, todo aquello que los ojos no ven: emociones, ansiedad, estrés, deseo, lascivia, miedo, paz, sabiduría.
Ahora pienso que algo así fue construyendo en el imaginario colectivo esa frase de creerse el ombligo del mundo, no sólo como centro del mundo sino centro de nuestra creación, hechura, constitución humana.
Claro, ya adulta, cuando el misterio de la creación y la genealogía me fue explicado a medias por la ciencia, esa lanita infaltable en el ombligo de mi padre se había vuelto una duda, no tan grande ni significativa como la nostalgia de esa cercanía física que tuve con él, y de mi ingenuidad y sed de conocimiento buscando en tal pozo de la sabiduría que fue el ombligo de mi padre.
Comentarios
pero ¡cómo! ¿mi madre me engañó cuando me dijo que el ombligo era el tornillito del cual se agarraban las pompis? ¿no es así? ¿si le doy vueltas no se me caen las de atrás???
qué post tan ombligadamente bueno!
México en náhuatl significa el ombligo en la luna.
Hace como 15 años se encontró un libro que se llama "El ombligo como centro erótico".
Existe una regla de oro en cuanto a la posición del ombligo que se va perdiendo conforme vamos creciendo. Debe estar en medio de los pechos y directo al sexo. Incluso hay quienes tiene una línea del ombligo hacia el sexo.
Se dice que desde años remotos los ombligos redondos y profundos son considerados perfectos y altamente sensuales.
En el libro del "Cantar de los cantares" describen a la sulamita, su belleza especialmente; y se refieren a su ombligo como cáliz redondo al que nunca le falta vino.
Y de ahí sacan significados, que la mujer siempre es fértil... Incluso los japoneses les ponían una solución en el ombligo, mezcla de vino y miel, y que se lo tomaban lentamente, era todo un ritual. Incluso hasta la fecha las mujeres en el oriente se perfuman el ombligo.
Y lo que más me gustó de lo que me dijo: El ombligo es la cicatriz de la vida.
Gracias, AE
Me quedado cavilando si Adán tuvo ombligo. Tengo serias dudas acerca del primer ser humano de la creación, creo que fue mujer.