De un jalón de brazo interrumpe mi ensimismamiento en la Plaza Mayor de Salamanca: ¿Eres americana, maja? Ya entonces sabía que por el hecho de ser de la vasta América, para los españoles yo era americana. Acepto. Y luego viene el interrogatorio.
¿Venezolana? No, mexicana. ¡Ah! A mí me encanta América, y qué decir de tu país Venezuela. Dije México. ¡Tuve muchos pretendientes venezolanos!¡Guapos y ricos! Qué bien, pero aclaro, soy mexicana. Ah, sí, es que se nota que no eres de aquí. Aunque uno nunca debe dejarse llevar por las apariencias...
En ese momento decido observarla mejor. Se trata de una mujer elegante, con el cabello rubio y peinado con rulos hacia atrás y un collar de perlas auténticas. Buena apariencia.
Mira, ¿ves ese balcón? Ahí mismo hace años, tú ni nacías, estuve al lado del Generalísimo Franco. La gente le aplaudía a él, era muy querido aquí, pero lo que la gente en realidad gritaba era: ¡Ala! Y quién es esa chica rubia que está al la’o del Generalísimo? ¿Es alemana, inglesa, holandesa quizá? Y nada, ¡que era yo! ¡Pilarica! ¡la misma!
Su apariencia empieza a parecerme extraña, y trato de zafarme entre la gente que abarrota la Plaza Mayor en las fiestas patronales. Pero ella me sigue. Por cierto que en esa época es cuando te digo que traía a un pretendiente muy bueno, de tu tierra. Que no.... Vale, para qué aclaro, me digo, y mejor trato de seguir avanzando entre los ríos de gente. Va tras mis pasos. Ese chico era médico, figúrate tú, muy guapo y con mucho dinero y buena educación. ¡No era el único pretendiente que tenía! Tenía cubanos, mexicanos, argentinos, y ya te digo, de tu tierra, venezolanos.
Una procesión interrumpe mi huida y me encuentro de frente su rostro blanco, sus mejillas manchadas por un histérico blush rojo, sus ojos exaltados.
Pero al final, ya sabes, fui a elegir al peor, ¡me casé con un cojo! ¡Y aquí me tienes que todavía soy virgen!
Entre la Virgen de la procesión y esta otra, escojo escaparme en la procesión, y en todo el trayecto me carcome una pregunta que, aunque pueda parecer, no es teológica: ¿Qué tiene que ver la cojera con la virginidad?
Como dijo la misma Pilarica: uno nunca debe dejarse llevar por las apariencias...
¿Venezolana? No, mexicana. ¡Ah! A mí me encanta América, y qué decir de tu país Venezuela. Dije México. ¡Tuve muchos pretendientes venezolanos!¡Guapos y ricos! Qué bien, pero aclaro, soy mexicana. Ah, sí, es que se nota que no eres de aquí. Aunque uno nunca debe dejarse llevar por las apariencias...
En ese momento decido observarla mejor. Se trata de una mujer elegante, con el cabello rubio y peinado con rulos hacia atrás y un collar de perlas auténticas. Buena apariencia.
Mira, ¿ves ese balcón? Ahí mismo hace años, tú ni nacías, estuve al lado del Generalísimo Franco. La gente le aplaudía a él, era muy querido aquí, pero lo que la gente en realidad gritaba era: ¡Ala! Y quién es esa chica rubia que está al la’o del Generalísimo? ¿Es alemana, inglesa, holandesa quizá? Y nada, ¡que era yo! ¡Pilarica! ¡la misma!
Su apariencia empieza a parecerme extraña, y trato de zafarme entre la gente que abarrota la Plaza Mayor en las fiestas patronales. Pero ella me sigue. Por cierto que en esa época es cuando te digo que traía a un pretendiente muy bueno, de tu tierra. Que no.... Vale, para qué aclaro, me digo, y mejor trato de seguir avanzando entre los ríos de gente. Va tras mis pasos. Ese chico era médico, figúrate tú, muy guapo y con mucho dinero y buena educación. ¡No era el único pretendiente que tenía! Tenía cubanos, mexicanos, argentinos, y ya te digo, de tu tierra, venezolanos.
Una procesión interrumpe mi huida y me encuentro de frente su rostro blanco, sus mejillas manchadas por un histérico blush rojo, sus ojos exaltados.
Pero al final, ya sabes, fui a elegir al peor, ¡me casé con un cojo! ¡Y aquí me tienes que todavía soy virgen!
Entre la Virgen de la procesión y esta otra, escojo escaparme en la procesión, y en todo el trayecto me carcome una pregunta que, aunque pueda parecer, no es teológica: ¿Qué tiene que ver la cojera con la virginidad?
Como dijo la misma Pilarica: uno nunca debe dejarse llevar por las apariencias...
Comentarios
Pero qué falta de imaginación de la Pilarica.
Saludos y espero conocer algún día tu tierra. Venezuela, por supuesto.
ARQ: En una ciudad tan pequeña y con una zona peatonal como Salamanca, era normal reencontrarte con amigos y locos. A Pilarica la volví a ver en dos ocasiones: una golpeando a unas monjas (me vio y me aclaró que las odiaba), y luego golpeando a dos ejecutivos del banco a bolsazos. Gracias a su collar de perlas no dudé ni un momento y dije: ¡Si es Pilarica! ¡La misma!
Gracias por revolotear en este nido, si no venezolano, sí muy bolivariano.
¡Salud, Diana, donde quiera que estés!