Mi padre ha pasado todo este domingo en casa.
Aunque parezca extraño, esto es insólito. Mi padre nunca viene a casa. Ni mis hermanos. Ellos así me demuestran que me respetan.
Mi padre no conocía mi porche, ni los muebles nuevos, ni el pequeño estudio adaptado en mi habitación -no en el estudio-, ni conocía a Rabito, ni mi centrifugadora de lechuga, ni mi arrocera eléctrica, ni mi cafetera italiana, ni la francesa.
Le preparé café veracruzano. Hablamos de Veracruz. Observaba las cosas que no están funcionando bien en casa (una rejilla de la refrigeración, la chapa de la puerta de entrada, la luz neón del garaje) y hablaba de cómo resolverlo.
Cociné para él. Me contó de cuando voló sobre el mar a 10 mil pies y tuvo miedo no de la altura sino del mar y buscó la tierra, como todo piloto fumigador, siempre buscando la tierra para volar sobre ella.
Hablamos de la familia. De mis últimas decisiones. De los cambios recientes. Escuetamente, como siempre. Como asomarme a un mirador donde veo todo el paisaje completo, un paisaje al que podría invitarlo, para que camine junto conmigo. Pero doy un paso, uno solo, pequeño, y me da vértigo, y le muestro piedras diminutas y curiosas que están a nuestros pies. Pero nunca el paisaje inmenso y complejo que veo enfrente de mí.
No le digo quién me regaló ese centrifugador de lechuga y la cafetera italiana. Ni tampoco cómo llegó alguien a casa trayendo una arrocera eléctrica y una cafetera francesa de regalo en su maleta.
Nos entretenemos en las pequeñas piedras. Y sabemos que sólo son eso. Pequeñeces, minucias. Silencios entre frase y frase. Dudas entre un ¿sabías que...? y otro.
Pero es la primera vez que cocino para él. Y usar ese centrifugado y esa arrocera es una manera de contarle cómo es que llegaron a casa, a mi vida. Y el que él sonría y me diga: "Qué deliciosa comida me has hecho", es una forma de aceptar mi vida, lo que soy, lo que hago.
Aunque parezca extraño, esto es insólito. Mi padre nunca viene a casa. Ni mis hermanos. Ellos así me demuestran que me respetan.
Mi padre no conocía mi porche, ni los muebles nuevos, ni el pequeño estudio adaptado en mi habitación -no en el estudio-, ni conocía a Rabito, ni mi centrifugadora de lechuga, ni mi arrocera eléctrica, ni mi cafetera italiana, ni la francesa.
Le preparé café veracruzano. Hablamos de Veracruz. Observaba las cosas que no están funcionando bien en casa (una rejilla de la refrigeración, la chapa de la puerta de entrada, la luz neón del garaje) y hablaba de cómo resolverlo.
Cociné para él. Me contó de cuando voló sobre el mar a 10 mil pies y tuvo miedo no de la altura sino del mar y buscó la tierra, como todo piloto fumigador, siempre buscando la tierra para volar sobre ella.
Hablamos de la familia. De mis últimas decisiones. De los cambios recientes. Escuetamente, como siempre. Como asomarme a un mirador donde veo todo el paisaje completo, un paisaje al que podría invitarlo, para que camine junto conmigo. Pero doy un paso, uno solo, pequeño, y me da vértigo, y le muestro piedras diminutas y curiosas que están a nuestros pies. Pero nunca el paisaje inmenso y complejo que veo enfrente de mí.
No le digo quién me regaló ese centrifugador de lechuga y la cafetera italiana. Ni tampoco cómo llegó alguien a casa trayendo una arrocera eléctrica y una cafetera francesa de regalo en su maleta.
Nos entretenemos en las pequeñas piedras. Y sabemos que sólo son eso. Pequeñeces, minucias. Silencios entre frase y frase. Dudas entre un ¿sabías que...? y otro.
Pero es la primera vez que cocino para él. Y usar ese centrifugado y esa arrocera es una manera de contarle cómo es que llegaron a casa, a mi vida. Y el que él sonría y me diga: "Qué deliciosa comida me has hecho", es una forma de aceptar mi vida, lo que soy, lo que hago.
Comentarios
Te vi en el aeropuerto uno de los primeros domingos de agosto, era casi de madrugada.
Que estés bien y sigas cocinando y compartiendo, cuando se pueda.
Chao!
Bueno, iré a comprarme unos mazapanes, para también acordarme de tí.
También tengo que venir acá porque ya nadie me habla de tí, en fin... a ver si coincidimos en algún punto, yo te abordo, dont worry.
Ah!!!! la presentación de la antología en noviembre, cada día falta menos, jeje.
Saludos
marianmendivil@gmail.com
Abrazos. Prometo mazapanes :-)