He llegado a ese punto al que llega todo novelista: el miedo a que la torre construida se derrumbe, el miedo de que la estructura pierda el equilibrio, el miedo a que el lector no sea llevado al punto al que creía sería llevado.
Es entonces cuando vuelvo a mis apuntes, a mi escaleta, a mis tarjetas con la información histórica, aeronáutica, agraria; en entonces cuando vuelvo a tomar a mis personajes y los miro en un panorama de 360°.
Es entonces cuando empiezo a temer más. Porque he llegado a ese punto en el que siento que tengo muchas barajas en la mano, y que a partir de aquí cada carta echada es clave.
He llegado a ese punto en el que se prueba al novelista: parar, desanimarse, dormir, o continuar.
He llegado a ese punto de, a pesar de todo, continuar.
Es entonces cuando vuelvo a mis apuntes, a mi escaleta, a mis tarjetas con la información histórica, aeronáutica, agraria; en entonces cuando vuelvo a tomar a mis personajes y los miro en un panorama de 360°.
Es entonces cuando empiezo a temer más. Porque he llegado a ese punto en el que siento que tengo muchas barajas en la mano, y que a partir de aquí cada carta echada es clave.
He llegado a ese punto en el que se prueba al novelista: parar, desanimarse, dormir, o continuar.
He llegado a ese punto de, a pesar de todo, continuar.
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