Durante este tiempo de silencio, ni siquiera podía leer lo escrito. Ni siquiera podía recordar en qué carpeta dentro de qué carpeta dentro de qué otra carpeta estaban mis proyectos inéditos.
Cuando una quiere o necesita o no tiene más salida que el silencio, la mente se encarga de poner sus tapias. A veces son celosías que dejan ver entre resquicios. No esta vez: era un muro impenetrable para que el agotamiento ni siquiera intentara darse de topes contra la pared.
En el silencio hay también algo de ceguera.
(imagen: obra de Chiharu Shiota, artista japonesa)
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