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Mostrando las entradas de agosto, 2005

P.D. Días sin Ana

No es que esté celosa, pero si para ustedes Ana es una santa, esta semana me convertiré yo en una: mi mano derecha -e izquierda también- se me ha ido de vacaciones de verano por una semana. A Los Cabos. Tal vez ahí se encuentre a Luismi y la Arámbula, a Brad sin Aniston, o a Aniston sin Brad. Yo en cambio sólo me encuentro con zapatos en la sala, con calcetines sin pares, con muebles empolvados, con comida sosa...

Días de Ana

Estos días convaleciendo, han sido días de Ana. De ver sus manos morenas, venosas, gruesas, desprovistas de los anillos de oro que siempre deja a un lado del lavaplatos en cuanto llega. Han sido días de escuchar la radio popular: el noticiero gritón y contestatario de Juana María, el noticiero policiaco de doña Paquita (cuya cortinilla dice: "¡Ya, doña Paquita! ¡Ya párele!"); las canciones gruperas, rancheras y los narcocorridos en La Poderosa, La Kaliente, La Comadre. Han sido días de escuchar sus dichos tan peculiares: “A mí me importa una pura y dos con sal”, “Me disculpa la cara si me equivoco cuando le digo que...”; su defensas precursoramente feministas: “¿Y por qué me quieres agarrar a huevo? Me voy a acostar contigo cuando a mí se me antoje, no cuando tú quieras”, “¡Ponme la mano encima, cabrón, y te echo la olla de frijoles hirviendo encima!“. Han sido días de descubrir su ternura detrás de esa voz gruesa y golpeada que siempre parece estar enojada; días de planear

Unas cuantas cicatrices más

Estoy a punto de que acabe mi metáfora: la cicatriz solitaria del lado del corazón. Será hora de crear otra poesía. O bien, de aceptar que la salud es como es: un amante despechado que nos mantiene siempre bajo amenaza.

Tormenta

Qué belleza hay en la electricidad que abre con su filosa navaja una herida en el cielo, qué conmovedora la luz que sangra en medio de la oscuridad, qué dulzura hay en la amenaza que se yergue como una serpiente furiosa ante nuestra templanza. Mirar de frente la amenaza nos hace superiores a ella, permanecer en la intemperie nos trae la paz que no tiene quien posa su cabeza en alguna oscura cueva, caminar en calma cuando la lluvia acecha y latiguea con su frío nos da poder sobre las tormentas. Míralo en el cielo , hoy abiertas sus entrañas; mañana, un perfecto azul, eterno.