Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de julio, 2008

estoy

escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe y escribe

Estimado editor:

Aunque no me la ha solicitado, le debo una explicación. Sé que en semanas pasadas, mientras mi hija estuvo de vacaciones con sus primos, me comprometí a escribir a razón de 6-8 páginas por día. Usted no supo; es más, yo ni siquiera sé quién es usted después de que la güera se nos fue… Pero bueno, siendo yo una persona formal, y teniendo un contrato con su editorial, pues le pasó a explicar por qué me fue imposible cumplir. Antes que nada debo aclarar: no soy una mujer típica, ni tampoco frágil, ni de esas damiselas que saltan a las sillas cuando ven un ratón. Pero vi una rata. En mi casa. Sí. Me dicen que todo mundo ha tenido ratones en su casa. Pero yo nunca había tenido uno. Y no sé si esas personas (que se jactan de haber tenido ratones y convivir con ellos, si no amistosamente por lo menos con indiferencia) han tenido ratas como éstas que se metieron a mi casa (cómo se metieron es tema largo que requiere ademanes de mi parte, así que dejo pendiente esta charla cuando lo pueda ver p

Adiós, Maricarmen

Tú salmantina venías a Hermosillo. Yo casi hermosillense llegaba a Salamanca. Aplanamos carretera de Barcelona a Andalucía, parando en ermitas abandonadas, en monasterios dignos de ver, en árboles de frondas anfitrionas. Poco supe de tu vida. Poco supiste de la mía. No supe entonces de tu claustro desde los 16 años. No supe por qué dijiste que un día saldrías de ese convento de isabelinas. No supe cómo saliste y de repente fuiste teóloga. No supe cómo venciste la reja, la coraza, para trabajar en Ginebra, en Santiago, en Hermosillo. Entonces éramos presente de viaje y futuro que se abría. Yo con una bebé en mis piernas. Tú con una maleta a punto de cruzar el atlántico. De reencuentro en este desierto seguimos siendo presente. Uno mutante para mí. Uno apacible para ti. Fuiste pilar. Sacerdotiza que aún no existe en nuestra tradición. Confesora ermética. Sabiduría común. Voz dulce y familiar que me recordaba las ventanas salmantinas. Un abrazo alegre y materno. Nunca supiste por qué llor

Por si nos extrañas, Mariana

Nosotros, sí.

Ya estoy lista

Ya sé, ya sé, mucho tiempo sin escribir. Algo pasaba en mi organismo: era como tratar de correr el auto en segunda y sentirlo cascabelear en los altos. Pero tenía que enfermarme en serio para parar: dormir, dejarme mimar, dormir y dejarme mimar. Dormí sin cargo de conciencia ni culpas. Y la única culpa que cargo es que tuve que cancelar un viaje que haría con Mariana y mi sobrina Jhovis este fin de semana, y a cambio de eso ambas fueron mis cuidadoras, mis enfermeras, mis nanas, mis amorosas niñas. Sus cuidados fueron milagrosos. Aquí la mejor receta que dispusieron para mí: - Escuchar a mis sobrinos y a Mariana por la noche del viernes, mientras tenía fiebre, poniéndose al tanto de su vida; a cada momento iban y me revisaban; fueron a comprar cena; y Mariana y Jhovis me propusieron cancelar el viaje. -El sábado, cuando dormí todo el día, Mariana y Jhovis cuidaron mi sueño; me hicieron de comer salmón con salsa de mango y una ensalada de espinacas, arándano y mango. - Mariana lavó plat