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Mostrando las entradas de 2015

2016

Será un año literario. Leer, escribir, publicar, corregir, asomarme al mundo afuera.

Desenchufada

Tenía una máquina vieja. Una laptop que no podía vivir sin cable. Para moverme de un lugar a otro por casa (muy necesario cuando se tiene a una hija pequeña), tenía que cerrar todos mis documentos, todos los programas, todas las ventanas (tarea casi tan ardua como cerrar una a una las persianas de un multifamiliar); instalarme de nuevo, abrir; y luego de nuevo cerrar. Porque créanme, no hay ser más voluble que una criatura de cuatro años. Tenía un escritorio cerca de un enchufe en cada lugar de la casa para poder con esta proeza: entre la sala y el comedor, en el estudio que se supone sería mi oficina, en la recámara... Deambular con la portátil era como llevar un lastre. Un lastre con olor a pasado. Esos tiempos acabaron. Tengo una portátil que no requiere enchufe, superficies estables, inmovilidad en un escritorio. Ahora voy de un lugar a otro como se le antoje a la pequeña, que ya baja a dibujar, ya sube a armar rompecabezas, luego baja por un snack, después sube a ver una caric

Implosión

Desde hace cuatro años que vivo aquí en el DF la vida parece un tren de alta velocidad, mientras que mi mente se asemeja a una camioneta de los años 50 patinando sobre el fango, sin poder avanzar. Esa es la sensación que he tenido. Los acontecimientos van demasiado rápido, la información ha sido abundante y rauda. Me consolaba pensar que escribía por dentro, como me recomendaba Javier Sicilia para esos periodos; que en algún momento todo eso haría implosión y luego podría salir en mi escritura. El momento de implosión parece que ha llegado en forma de interrogantes, en forma de acertijos, en forma de brújula en mano sin saber a dónde ir pero con un instrumento para no perderme.  Iba a escribir: es lo que quiero pensar. Pero retrocedí: no quiero dudar, creo que ese momento ha llegado, quiero que ese momento sea ya.   *Instalación de Chiharu Shiota

Mariana: 20

Mariana me dio permiso de usar esta fotografía, y me pidió: sólo no seas cursi al escribir de mí. Ella siempre ha sido esa persona que habla directo, que tiene claras las cosas, que no se presta a arrumacos. Aguda, con una mirada volcada hacia lo que sucede fuera de ella; pero al mismo tiempo despeñada hacia dentro, atravesando cada una de las capas que la configuran y que son tan difíciles de ver, descifrar, separar. Ella escribió junto a esta fotografía la frase de John Steinbeck: "I was born lost and take no pleasure in being found". Huidiza, frontal, extrovertida, hermética, explosiva, reflexiva, aguda, vulnerable, bella, tan bella que no podía explicarme de dónde había llegado. Y sí, nació perdida en una familia que nunca se encontró. Y nació con perfecto sentido de la ubicación y se abrió camino obedeciendo su propio llamado. No encuentra placer en ser encontrada, en ser invadida, en ser suplantada. Ella siempre rige su mente, su vida, sus emociones, sus ideas.

Ceci: 4

Hace cuatro años Cecilia nació. Su padre acariciaba mi cabeza y conversaba conmigo, mientras la cortina nos separaba del escalpelo. Y una vez que ese telón cayó, su padre no ha soltado su mano. Ha encontrado para ella los juguetes más extraños y bellos; le ha descubierto libros que abren voces (que, incluso, abren todas sus voces); le ha entregado la llave para la parte divertida de los museos; le ha mostrado el mar, el desierto, el bosque, los volcanes, los ancestros, sus otras lenguas, la ciudad a la que ella aterrizó suavemente en un globo desde el desierto; la ha contagiado de su amor a los peces y del esmero contenido en una pecera; le ha contado un cuento cada noche; le ha rezado el ángel de la guarda cuando ella lo pide, aunque él no crea en nada que no esté contenido en nuestra urdimbre de músculos y huesos; ha coloreado desde princesas a dinosaurios cuando ella ha puesto colores en sus manos; ha cuidado sus mocos, ha intentado desenredar su pelo, ha tratado de combinar su rop

Edvard Munch/Consolation, 1894.

Hand-coloured drypoint and etching. 211 x 318 mm

Por qué los 43

Hace un año, por estas fechas, estaba en un diplomado de comunicación política en la UNAM. Entonces pasó lo de los 43. A partir de ese día nos acostumbramos a las barricadas de la policía del DF a lo largo de Insurgentes, alrededor de la UNAM. De ver un panorama ridículamente optimista (¿Cómo puede estar tan bien calificado Peña?) pasamos al desconcierto, la duda, el trastocamiento de escenarios. El diplomado todo transcurrió bajo otro luz, otra lupa: Ayotzinapa, la Casa Blanca (y las otras), Higa, el mal manejo de crisis, la bajísima credibilidad en el gobierno, la ridiculización dentro y fuera del país, la rabia, el fin del Pacto por México. Muchos maestros nos preguntaban: ¿por qué los 43 de Ayotzinapa sacó a la calle a la gente y no los  49 niños de ABC en Hermosillo? Estoy segura que el dolor de los 49 nos rebasaba; niños, que podrían ser nuestros hijos, aparentemente cobijados en una guardería (de las que todos usamos para poder trabajar y sobrevivir en este país), muer

Sobre el desarraigo I

En una de las intensas lluvias que recientemente han azotado al DF, quedé varada en Insurgentes y con mi pequeña de tres años dentro del coche. El agua llevaba una corriente tan fuerte, que a veces el auto se movía por el oleaje que provocaban otros vehículos. Ahí, en medio de tal inundación, me sentía una náufraga de esta ciudad: si un policía me desviaba, no sabría cómo regresar a casa (tengo un pésimo sentido de la ubicación, y conduzco por memoria, no por lógica); el celular se me descargó y no podía tener el apoyo de nadie.  Pero lo peor fue observar el comportamiento de la gente. Aquí no hay lugar para la solidaridad. El problema era tal debido a la cantidad de basura que había colapsado a las coladeras; los coches insistían en darse vuelta en U donde no debían, sin importar la obstrucción al tráfico o el oleaje que levantaban a su paso. Vi una sociedad interesada en sobrevivir, no en ayudar, respetar o buscar soluciones comunes. Claramente llegó a mi mente: no perte

Bodas

Hoy mis padres hubieran cumplido años de casados. Más de 50. Pienso mucho en ellos y el tipo de pareja que fueron. Pienso en todo lo que se aportaron uno al otro; la pasión con la que enfrentaron la vida y emprendieron una familia. Veo a mi padre a través de los ojos de mi madre: amoroso, trabajador, disciplinado, modesto, orgulloso, comprometido. Revaloro a mi madre a través de la voz de mi padre: inteligente, entregada, persistente, sensible, íntegra, bonita. Mi padre nos heredó ese fervor por el trabajo; mi madre, los valores y la ética. Mi padre nos legó el amor por la simplicidad; mi madre, las aspiraciones. Mi padre nos mostró un mundo ordenado y vertical; mi madre, la libertad y el constante cuestionamiento. Mi padre nos enseñó la disciplina férrea; mi madre, la sensibilidad incluso desbordada. Esa suma de fuerzas y fragilidades fue posible gracias al amor que se tuvieron, al proyecto que iniciaron juntos, del cual nacimos esos seis hermanos que nos amamos con todas estas dico

¿No dicen que "el cielo es el límite"?

Mi hija tiene su propio departamento. Mi hija tiene casi 20 años. Mi hija tiene una vocación clara. Mi hija tiene planes. Mi hija tiene un domo en su depa. Mi hija puede ver el cielo y las copas de los árboles a través del techo de su nuevo hogar. Mi hija ve el cielo, los árboles, las nubes, la lluvia, las estrellas, la luna si levanta la mirada. Y así lo hace: mi hija hoy tiene su primer día de trabajo.

Hermosillo vía Condesa

Un Penthouse de la Condesa (X Espacio Arte) me llevó a un viaje en el tiempo y hasta Sonora. Ahí estaban los amigos de la secundaria de Mariana, esos chicos que se subían a mi auto cuando iba a recoger a mi hija; esos niños que hablaban de fiestas, pleitos, gustos, música, maestros; esos púberes que gritaban todo el tiempo y parecían a punto de explotar con toda la energía que tenían dentro. Esos niños que me decían tía. Por respeto, por cariño, por ser parte de esa familia peculiar que Mariana y yo tejimos con nuestras amistades, más allá de la consanguineidad. Aparecieron frente a mí con cuatro años más, con la energía apaciguada, reflexiva, dirigida. Me hablaron de sus carreras universitarias, de sus proyectos de vida, de sus dudas, de sus golpes de timón, de sus miedos, de sus posibilidades. Los vi hacia arriba porque todos me han ganado una cabeza (o más). Los escuché mientras tenía ganas de abrazarlos y jalarles las mejillas y decirles: ¿cómo pasó esto? ¿cómo el tiempo deja esta

Yucatán

Yucatán ha sido lo más lejano que puedo imaginar dentro del territorio mexicano. Lo más lejano a Sonora. Y nunca me imaginé ahí. Hasta que, en estas vacaciones, la brújula señaló hacia esa península, que por otra parte tiene puntos de encuentro con mi estado (como todos los extremos): hay una comunidad yaqui ahí, y sueños independentistas (nosotros más bien en nuestro imaginario, pues ni siquiera hemos roto la inercia para inventarnos una posible bandera). Y algo más íntimo me une a ese rincón: Jaime pasó ahí muchos veranos de su niñez; así que es como visitar esos pequeños terruños prestados que todos tenemos en nuestros recuerdos. Ha sido de los viajes más significativos que he tenido en mi vida. No vale la pena explayarme sobre cómo veo trabajadas y hasta cierto punto superadas mis neurosis (mi dificultad para disfrutar del ocio, las vacaciones, conducirme en lugares desconocidos). Contemplé de manera vívida la cosmovisión de los mayas (tan estudiada en mi facultad de Teología e

Cuando el cumpleaños ya no se cumple

Esta es una foto en la que aún estamos todos. Era aniversario de bodas de mis padres. Todos teníamos esa mirada ingenua, de quien aún no se rompe, de quien no ve de frente a la muerte, de quien no piensa en su propia muerte ni en la de los seres queridos. Éramos felices. Estábamos unidos. Éramos un proyecto como familia. Luego mi hermano Martín murió, cambiaron las miradas, los pensamientos de cada uno, nos fragmentamos, nos disgregamos. Y en ésas estamos: cada uno de los hermanos, mi padre y yo recordando que hoy Martín hubiera cumplido años. No importa cuántos, si se fue a los 21.

Oh-Ho

Me he sentido muy cansada. Agotada. Estoy empezando a disminuir mis altos niveles de estrés. Estoy aprendiendo a controlarlo, mantenerlo a raya, sacarlo de mí. Ya he encontrado detonadores. Ya he aprendido a evitarlos. O a combatirlo cuando está ahí. Pero sin la adrenalina del estrés, mi cuerpo se cansa, se agota, no resiste igual. A pesar de eso, creo que prefiero (y quienes me rodean prefieren) una mujer cansada que una mujer estresada. Soy Marian, y confieso que he sido adicta a la adrenalina y al estrés.

Para mi padre, que nunca leerá esto

Él dice que se esforzó mucho mientras nos educó para mantenernos fuera de los peligros, y que ahora esta "cochina máquina" (puede traducirse como computadora y todas sus apps) nos expone a ellos. Por eso mi padre nunca leerá esto. Soy afortunada de tener un padre al que he visto crecer en muchos sentidos. Lo vi empezar desde abajo (incluso estuvo más abajo todavía cuando mis hermanos mayores eran pequeños), lo vi en su cúspide, lo vi sobreponerse poco a poco de la muerte de su hijo y de su esposa, empezar de nuevo y ahora disfrutar de su retiro. La mayor fortuna es haberlo visto crecer como padre, adaptándose a las nuevas formas de paternidad. Se ha vuelto más cercano, ha tendido más puentes de confianza, se ha vuelto dulce y expresivo, se ha ido maternalizando . Como los papás de ahora. Pero eso sí, nunca con computadora y "esas cochinas máquinas".

Proyectos en curso

Revisión de poemario para publicación. Escritura de relatos. Taller de narrativa. Lecturas y captura de fichas para la novela que está al 40% Lecturas sobre estética japonesa. Veganismo. Estar relajada. Más todo lo demás. (Imagen: obra de Chiharu Shiota )

72 (73)

Mi madre hoy hubiera cumplido 73 años, aunque ella hubiera preferido optar por la otra acta de nacimiento en la que le borraban un año. Me gusta recordar eso, porque ella siempre quería lograr lo mejor con la realidad que tenía enfrente: lo más optimista, lo más conveniente. Ella eligió el Antonieta de su acta de nacimiento más vieja, y la fecha del acta con el nombre que no quería. Esa era mi madre: la que elegía lo mejor de los mundos.

El lugar del crimen

"El asesino siempre vuelve al lugar del crimen" es una ley de criminalística. Pienso que todos hemos vivido una fisura, un corte, un asesinato en nuestra vida. Cuando mataron a la niña; o quizá no la mataron niña sino adolescente; o en algunos casos, tal vez el "yo" era ya anciano. El trauma que vivimos deja el cadáver, la fosa fúnebre, y no hacemos otra cosa que volver y volver y volver para ver al cuerpo del delito, el sitio donde lo intentaron ocultar, pero nosotros sabemos muy bien dónde está. Por eso algunos volvemos repetidamente a la niñez, otros a la adolescencia, otros a una adultez amarga o cínica, otros a la vejez desesperanzada. Ahí está el lugar del crimen, el lugar de nuestro crimen. Nuestro cadáver. Recuerdo esto al leer este texto de Patricia Highsmith sobre Tom Ripley. Por si lo quieren leer...

Punto de partida

Tenía la idea de un cuento. Tenía esa costumbre nueva de escribir el inicio en la mente. Tenía el mal hábito de no seguirlo en mi cabeza, menos en papel. Luego un día, con ese inicio y todas las dudas de cómo contarlo y resolverlo, me senté a escribir la frase que tenía fija "Yo solía hablar". Y seguí. Y de un tirón, el cuento ya estaba ahí. Me di cuenta que sólo escribiendo mis cables se conectan, mis estructuras se conectan, mis palabras se conectan. Y este impulso (ahora certeza) nació de haber leído (y de haber intentado): Marcel Proust exploró durante más de la mitad de su vida las posibilidades que le ofrecía la literatura. Escribió textos interesantes, pero incompletos, aproximados, insatisfactorios. Trabajaba con tenacidad y con angustia, sin saber si su exploración iba a conducirlo a un hallazgo importante. Estaba enredado en la realidad, en los lugares geográficos, en los personajes casi siempre mediocres que lo rodeaban, en las obras de arte de moda, y le co

Declaración de principios

Mucho me he preguntado sobre el tipo de escritora que soy y quiero ser. Trasplantarme del desierto al DF obliga cuestionarme, replantearme. Lo que siempre he sabido: No soy una escritora generacional o grupal. No apuesto por las relaciones públicas. No me interesa el paquete mercadológico alrededor de mi persona. No veo la literatura como un acto social. No quiero publicar por publicar; tampoco me interesa cualquier editorial. No me interesa representar nada ni a nadie. No estoy aquí para demostrar nada a nadie, ni a mí misma. No poseo genialidad ni un talento extraordinario, pero sí una disciplina que me salva. Lo que reafirmo: Me interesa hacer mi trabajo concentrada en mi escritorio, construir lo que me apasiona, no lo que me conviene. No quiero poner la literatura por encima de lo que soy y vivo, porque lo que soy, veo y vivo alimenta a mi escritura. No quiero hacer Literatura , sólo escribir. Lo que descubro: Mercado, vigencia, conveniencia, contactos, relaciones

Jaime: 48

Todo lo que pueda decir de él será siempre fallido. Porque Jaime es este hombre: el que voltea a ver al árbol, no al cielo ni a la cámara, el silencioso, el suave, el ríspido, el que observa, el que sabe, el que vive, el que ama al árbol y su corteza reseca y sus ramas caprichosas y su extrañeza y su no fruto, el que ve la nada y la hace fecunda, el que ve los frutos y los cuida y cultiva, el hombre que da frutos, el hombre que ama a sus hijos, el hombre que siempre es cosecha, ambueza abierta y repleta.   Quería decir todo esto (que sabía sería fallido), para en realidad sólo decirle: feliz y larga vida, molt estimat Jaume.

Bloqueos

Estos días he estado charlando con mi amigo Javo sobre los bloqueos en la escritura. Por miedo. Por decepción de uno mismo. Por frustración. Por omisión. Por inanición temática. Por negligencia. Por posponer y posponer. Por una inalcanzable pretensión. Por un terror hasta la náusea. Entiendo todas estas formas, las he vivido. Pero el otro bloqueo, el que sólo impone un dique seco para aislar y proteger la vida que es una cauda de abrazos rechonchos, manos regordetas abiertas hacia ti, risas aderezadas con gestos nuevos, -eso- gestos nuevos, palabras nuevas, palabras -sólo palabras-, para ese no hay remedio, porque ¿para qué querer remediarla?

Two Human Beings (The Lonely Ones), 1896 by Edvard Munch

Robado de @jaimesolerf (por el placer de asomarme a su mundo), quien a su vez tomó prestado de @carl_kholer, quien a su vez ...

Amasar, moldear, estirar, quitar.

Ayer Karla Montalvo, Ana Soler y yo empezamos un taller. Estamos revisando relatos; después se incorporarán nuestras novelas en proceso. Y porque hay niños, a la sesión de taller le siguió la hechura de pizzas. O todo fue una misma cosa: amasar, quitar, moldear, estirar, aplanar, ajustar. Charlar, reír, besar niños, alejar perros. Llevar una vida en la que todo se amasa con la misma suavidad, determinación y amor: letras, hijos, parejas, amigas, alimentos, sensaciones, mascotas, vivencias, libros. Y esto que enumero, cuánto lo quiero y necesito en mi vida.   Cecilia, Santi y Karla. Foto mía.

María Elena Reverte / Casa Madrid

Hallazgo

Releyendo mi blog por una entrada que busco, busco y no encuentro, leo esto : El 2011 vendrá con mis 40 años, ese numero significa mundo, prueba. Vendrá con una gran noticia que será visible y tangible en marzo. Y con un nuevo proyecto, o con el proyecto de una nueva vida. Me refería a A ras de vuelo , a mi mudanza al DF. Pero lo verdaderamente grande, que milagrosamente cruzó la frontera entre la nada y la vida, que se hizo visible como una pequeña semilla y tangible en todo mi sistema fue Cecilia. Ella fue la gran sorpresa del 2011, el maravilloso regalo de mis 40 años. El amor incondicional y benévolo que unió a nuestra nueva familia.

NY III

Todos lo sabemos: el 11 de septiembre fue un hasta aquí y un a partir de aquí con una cicatriz profunda y dolorosa que partió al mundo. Lo sabemos: estrellar esos aviones era atentar contra el sistema financiero, contra el sistema de seguridad nacional, contra la razón estadounidense, contra sus símbolos... Tanto se ha dicho, tanto se ha escrito, tanto convenimos, asentimos. Pero estar bajo esos rascacielos me hace entender ese otro lado de la urdimbre, la psicología colectiva que se vio tocada de forma traumática. Esta civilización erigió esos edificios interminables, que se mantienen en pie como gigantes; esta civilización aprendió a vivir a los pies de esas bestias que han sido domesticadas por el canto de la gente que abajo va y viene, charla, trabaja, duerme. Era un pacto respetado por generaciones: nosotros los erigimos y habitamos, ustedes nos protegen y respetan. Y un día ese pacto se rompió. Lo inesperado sucedió: el colapso de dos gigantes, la tragedia, la muerte, el

Coincido como lectora

"Mucha de la literatura de ficción que no me gusta pretende no ser un libro, trata de absorberte y transportarte a otro mundo y se supone que tienes que olvidar que estás leyendo, y que eso te tranquiliza. Yo quiero que el lector ponga a prueba si la construcción de esta novela le parece real o correcta, y que nunca olvide que es un libro. No me interesa el artificio que está diseñado para borrarse. Quiero que el lector y el escritor piensen sobre la manera en que el significado está siendo construido".  Ben Lerner, en entrevista con El País .

Lo quiero

Feliz Cumple 500, Teresa

Llegué a ti de la mano de mi hermana. Y como llegué renuente, escéptica, irreverente, te obstinaste a permanecer junto a mí. Así fuiste siempre, porque así fue Dios contigo: perseverante, obstinado. Qué te digo del humor pesado que siempre se traían ustedes, rasgo que a ti especialmente te caracteriza. Esa es una de las razones por las que me caes tan bien: por tu sentido del humor, por tomarte a la ligera esos accesorios del misticismo (ay las levitaciones), y por tomarte tan en serio (hasta el silencio) aquello del misticismo que trasciende la palabra y el cuerpo y la mente. Y si seguimos siendo amigas es por tu terquedad. Murió mi madre y ahí estuviste: en la primera madrugada del 15 de octubre, abrazándonos, consolándonos, diciéndonos a mi hermana y a mí que nada es casual, que todo tiene sentido. Canonizaron a la filósofa (Edith, la Stein, claro que lo sabes) y ahí estabas guiñándonos a una y a otra, haciéndonos más amigas que maestra-pupila. No pienso a menudo en ti. A decir ve

Las piñatas enseñan

Las piñatas son un ensayo para el aprendizaje de la vida. Los niños aprenden a subirse a los toboganes y a arrojarse por ellos, como en la antesala de la vida adulta aprenderán a subirse en su carrera profesional, tomar retos y caerse una y otra vez. Aprenden a defenderse de niños gandallas que acaparan los juegos a punta de codazos y gritos repetidos de "¡tú no!". Aprenden a tolerar la frustración cuando la niña bonita y matona se cuela en los primeros lugares de la fila para avanzar más pronto. Aprenden a saltar en el brinca brinca junto con otros niños, armonizando los brincos para que nadie se golpee, se pise, se caiga. Aprenden que pegarle a la piñata es parte de un ritual que nada tiene que ver con el odio hacia los personajes más queridos del momento (¡Peppa!). Aprenden a colarse entre las rodillas de los niños que recogen con la avaricia más frenética los dulces que caen de la piñata rota, o bien a esperar con prudencia que la anfitriona reparta bolsitas surtidas

Sobre el Silencio V

Antes, en mi adolescencia, el silencio sólo era externo. Por dentro el lenguaje tenía una intensa actividad: pensamiento, ideas, conciencia. La lectura era mi principal alimento. Podía leer y en mi interior se tejía la red del lenguaje: se intercomunicaba mi conciencia con la palabra, se generaban ideas mentales que luego podía escribir. No podía hablarlas. Pero sí escribirlas. El lenguaje traspasaba la conciencia y fluía al papel como si en ese trayecto no existieran todas esas capas que requería sortear para hablar. Ahora el silencio era externo e interno. Dentro sólo había ese vocerío confuso, inconforme, molesto, triste, a veces lleno de rabia, un balbuceo doloroso que patinaba en su propio fango. Eso, el lenguaje era fango, deforme, informe. No sólo estaba impedida a hablar, estaba impedida a leer y reconocer el lenguaje. No sólo era un problema de expresión sino de registro, decodificación, interpretación. No hablar, no escribir, no leer. Ese sí es silencio. Así fue mi sile

De desapegos y reinvenciones

Los viajes tienen su efecto. Y a mi ver, es distinto si es por aire, tierra o mar. El vuelo te permite un desapego del lugar de origen y del destino. Te vuelves en un habitante sin tierra. Cuando regreso a Hermosillo tengo cierta incomodidad: no encontrar el bulevar Kino tal como lo dejé (y no es necedad, pero ¡qué falta de buen gusto! lo dejaron como una entrada periférica, desolada, desencantada, poco amable y sin árboles); que en la esquina donde doblaba para ir a la casa de algunos de mis mejores amigos la mojonera no sea la misma (cada vez encuentro un negocio diferente). Hay un ímpetu extraño en los hermosillenses; pareciera que debido a su poca apetencia por los viajes (hablo de una tendencia promedio) tienen necesidad de reinventar el rostro de la ciudad para sentir que están en otro lugar. Esto explicaría por qué abren un antro, se pone de moda, se quema, se cierra y luego, en el mismo lugar, abren un nuevo antro con otro nombre y decoración que se pone de moda, se quem

Enredada

Estuve el fin de semana en Hermosillo (pisa y corre) a dar una conferencia sobre blogs para @sonorabloggers. En la charla me salí un par de veces del guión escrito para hablar de la sociopatía que el mundo endilga a quienes no tienen redes sociales. Como era mi caso. No dejaba de dejarme sin explicación tener un blog donde se vierte la vida (a veces con un cedazo, admito) pero no  facebook , tener whatsapp pero no twitter , asesorar en redes sociales pero no usarlas. Luego en reunión familia, mis sobrinas terminaron por convencerme. Me he reencontrado con primas de quienes hacía décadas no sabía nada; con amigas que quedaron fuera de mi alcance por esa obstinada oposición a usar redes sociales. Un bicho me picó este fin de semana. Espero que la roncha, todavía inflamada y roja, pase pronto.

Nuestro Aniversario

Si hay una foto que habla de nosotros es ésta. Ambos viendo. Ambos compartiendo. Ambos hablando. Ambos riendo. Ambos jugando, explorando, intercambiando. Ambos buscando nuevas perspectivas. Ambos viéndonos de esta y otra forma. Son siete años, más la suma de otros más, de amistad. Más de siete años de decir: encontré a mi alma gemela. Y que no sea una frase manida, sino una constatación diaria, agradecida. Gracias, Jaime, porque mi ambueza se desborda de todo lo que me das.

No Aniversario

Mañana se cumplen 30 años de que murió mi hermano. Tenía 21 años. Me parece increíble que hayan pasado tantos años y que parezca tan detrás de la ventana la imagen de mi madre destrozada, atravesando el jardín, para darnos la noticia. Mi hermana me dice: Es un niño. ¿Niño?, le pregunto. Y me lo recuerda: hoy somos mucho mayores que él, le doblamos la edad. Y caigo en cuenta que durante estos 30 años he sentido que nos ha acompañada y ha crecido. No lo pienso de 50 años. No, lo pienso como era él: un joven viejo, o un viejo en un cuerpo joven. Pienso en él como un hombre atemporal, pero que había devorado los años para poder irse de esta vida siendo veinteañero y pleno de experiencias. Y ahora pienso que quizá nunca fue un niño. Aún a sus tres años aparecía con ese gesto adusto, esos ojos profundos, de mucha vida interna. Después de que murió hice hasta lo indecible para tratar de prolongar su vida en mí, como revisar su ropa en el closet (sin tocarla, nunca pude volver a tocarla)

¡Mañana, Hermosillo!

Pongan mi nombre ahí, el viernes 27 de febrero, a las 6 pm, donde dice: conferencia magistral.

Pronto, en Hermosillo...

Heme aquí preparando la ponencia. Gracias a Josué Barrera y al ISC por la invitación.

NY II

Viajamos a NY en pleno escándalo sobre los políticos mexicanos con cuentas ocultas (y millonarias, si no para qué) en Suiza y el departamento del ex gobernador de Oaxaca,  José Murat, en uno de los edificios más caros de Manhattan. Recién dejadas las maletas, caminamos hacia Central Park, para respirar la ciudad, sentirla, antes de lanzarnos de lleno a sus museos. En el camino encontramos Sinagogas, el templo de la Cienciología, templos presbiterianos que anuncian en cartelera a sus predicadores y sus discursos, iglesias con un cartel por fuera que decía "black lives matter"; encontramos oficinas corporativas cuya azotea es imposible alcanzar con la mirada; en calles perpendiculares, vimos casas adosadas con breves escaleras hasta la puerta; edificios interminables que se construyen para alojar departamentos residenciales. Hasta que llegamos frente al monumento a Colón: en una esquina, el Museo del Diseño; en la otra, el edificio del departamento infame de Murat*. Las

NY I

  Llevé Fantasmas de Paul Auster para leer en mi viaje: parte de La trilogía de Nueva York , un volumen ligero, tan breve como conviene a unas vacaciones colmadas de actividad. Hace algunos años lo había leído. Pero la lectura no es igual cuando estás en el verano de Hermosillo, ciudad horizontal, donde todo mundo nos conocemos, a leerlo en esa ciudad llena de nieve, con edificios interminables, llenos de ventanas uniformes e impersonales. No es lo mismo la vida de Blanco, Azul y Negro cuando ves a tantos Blancos, Azules y Negros en la calle: gente que rehuye la mirada para disipar cualquier rasgo personal; gente vestida de negro hundida en sus abrigos, sombreros, gorros y bufandas, para homogenizarse a pesar de las diferencias raciales, sociales, religiosas y lingüísticas que conviven en las mismas calles. Desde la ventana de mi hotel era perfectamente imaginable un Azul en algún departamento anónimo de enfrente, con una vida vacía, sólo ocupada por los gestos espejo de Negro d

La caja enorme

Mi padre me cuenta que fue a ver 50 sombras de Grey , aclara que fue con engaños. Sea así o no, me da gusto. Veo a ese hombre que ha pasado de un pequeño ejido a ser ahora usuario de celular y un visitante asiduo al cine; que ha pasado de los valores rurales a asomarse a la ventana de otras mentes y otros mundos, gracias a lo que lee, ve y hasta habla con sus hijos, totalmente inmersos en otra cultura (debo decir "otras culturas"). Y ese hecho y el reciente 14 de febrero me hacen recordar que en cada cumpleaños de mi mamá, día de su santo, día del amor, día de las madres, aniversario de bodas, navidad, mi padre le regalaba una enorme caja, perfectamente envuelta, con lencería y ropa interior. Yo esperaba a que la habitación de mis padres quedara sola para abrir el regalo y curiosear entre las hojas de papel de china y la seda y el encaje y el satín. Eso me hacía sentir tranquila y fuerte. Me hacía sentir que mi padre amaba a mi madre, que ellos tenían un mundo que era

El mejor 14feb

Y el mejor NY que pueda conocer: el que él me narra y yo veo.

En mi buró

¿Quién me creo...

...para pensar que puedo pasar del silencio a una novela? No. Relatos. Poco a poco.

Sobre el Silencio IV

Hay un silencio fecundo. Ese silencio externo, de mirada perdida, de mente ida, pero que dentro está lleno de palabras, de otros, de la vida paralela de esos otros. Esas historias que se tejen para parecer reales. Mientras más reales quieres que parezcan, tu mirada, tu mente, tus palabras externas son más ausentes. El silencio ha provocado males. Nunca antes había sucedido en esta dimensión. Ahora el silencio me aterra por sus efectos. ¿Y qué hacer cuando es necesario? Cuando es necesario para esa vida paralela de esos otros que habitan en la mente y que hablan tan fuerte que tienes que callar, porque sólo en ese silencio fecundo, el de la escritura, la ventana se abre y esos otros pueden irse, volar, dejar de ser. *Fotografía de Eikoh Hosoe

Lo mejor de dos mundos

Estoy leyendo Buenas tardes a las cosas de aquí abajo de António Lobo Antunes. Tiene ese torrente indomable del lenguaje, que llega roto, bruto, caudaloso, musical, un poco como Reinaldo Arenas. Pero esto es otro, en Lobo Antunes es otro: tiene a la vez esa racionalidad y contención y reflexión y esa tensión de lo más compacta que posee la literatura europea. Tengo lo mejor de dos mundos.

Sobre el Silencio III

Con el proceso de lenguaje de Cecilia, me queda más claro: el lenguaje es la argamasa del pensamiento, es su esqueleto, las coyunturas entre ideas, el cartílago que permite su convivencia y movimiento. Sin lenguaje el pensamiento se queda pequeño, maltrecho, malavenido. En este tiempo de silencio no generé ideas. Sólo acciones, rutinas, métodos. Viví, sí, ¡y cuánto! Espero que ahora el lenguaje vertebre toda esa vida.   *Fotografía: Masahisa Fukase