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Mostrando las entradas de mayo, 2012

Compañeras de faenas

Esta es la mamá que les tocó: una multitasking, que trabaja, que escribe, que piensa. Mariana así creció conmigo, silenciosa pero laboriosa a un lado de mi escritorio. Y así va Cecilia, curiosa siempre por mi MacBook, sin escritorio, sino con un tapete que nos hace volar a las dos. Y yo siento que trabajo más feliz, creativa, entretenida, eficiente. Porque las he observado descubrir el mundo, poco a poco; descubrir a su mama junto a ellas. Ahora que trabajo a distancia, la compañía laboral de Cecilia me da mis dosis de alegrías, intercambio e imaginación: así vamos en el tapete frente al ventanal, ella con sus juguetes, yo con mis palabras.

Algo está pasando

Él regresa a casa y me muestra las noticias, los trending topics , la estela de la censura encontrada en notas suprimidas o en la cancelación de la opción para comentarios de las noticias, los vestigios de las mañas en las notas, los juegos del lenguaje para seguir protegiendo el cinismo, la sorna con la que nos quieren gobernar los medios a través de la cresta engominada. Y yo escucho con esa barrera para que las cosas no me duelan tanto, para no vaciar por completo la esperanza en nadie pero sí en que la vida irá bien, yo lo escucho en lugar de perseguir las noticias por mí misma, hilarlas, cribarlas. Lo hago para protegerme. Entonces me doy cuenta que justo el personaje de la novela que escribo eso hace: se protege. Y también es un "él" quien llega con los periódicos, las palabras.  Me doy cuenta que ese poder ominoso del que hablo en la novela y que corresponde a los años noventa está aquí, a la vuelta del primero de julio, a la vuelta del voto, a la vuelta d

Sergio

Esta mañana me ha avisado mi amigo Javo que murió Sergio Valenzuela , el Teco. Tengo pocos amigos escritores. Sergio era uno de ellos. Y no por ser escritor. Lo conocí a través de su hermano Arturo, "el papi", un patriarca dulce que me hablaba con mucha ternura del Teco. Mi amistad con Sergio no fue de esas asiduas. Alguna vez tuve su teléfono, nunca supe dónde vivía, muy a la larga nos tomábamos un café, alguna vez intercambiamos cartas postales. Pero yo le decía Teco y él "mi niña". Fue una amistad de cariño profundo. Mientras viví en España, el querido "Teco" me pidió una tarea muy personal y que parecía imposible. Pero valía la pena. Si lo lograba, iba a ser algo grandioso para él. Supongo que fue tan complicada esta pesquisa, que no recuerdo cómo la resolví. Pero lo hice. Mi amigo Teco se emocionó hasta las lágrimas, y creo que a partir de entonces tuvimos un lazo especial. Ese que no necesitaba de visitas mutuas ni llamadas ni encuentros. La ú

Se acabó

Con Carlos Fuentes se acaba esa camada de escritores que opinaban de todo y que incidían en la opinión pública con sus posturas. Quizá hoy, más que opiniones, necesitamos acciones. Ese tipo de intelectual como Javier Sicilia, que se arremanga, se ata las sandalias y se echa a andar. México ya es otra cosa. Líderes pequeños, gente con miedo, y los valientes que salen a gritar en el desierto se quedan solos.

Ni modo

Sucede que cuando leo a los norteamericanos o a los europeos, me muero por ir a uno de los nuestros. Reinaldo Arenas, ya lo dije, es infalible. Pero sólo aguanto una dosis. Después de eso huyo nuevamente a esa prosa sólida, ordenada, ese lenguaje como ramilletes de moléculas inextricables que tienen los europeos. Pienso que con esta novela en la que trabajo, el lenguaje no puede expandirse mucho, ni derivarse en largas vainas o robustos racimos. Tiene que ser preciso, sólido, fluido. Temo, como siempre, el lenguaje. Temo, como siempre, estar contando una historia que no dice nada. Pero Sebald me salva. Qué manera de parecer que no se dice nada, o que se dice cualquier cosa de cualquier persona. Y qué forma de hacerlo, qué forma de derivar el lenguaje como fuertes puentes sin argamasa. O quizá Sebald me condena: ¿cómo demonios lo logra?