Qué difícil es escribir por las noches cuando el frío es tan crudo. Nunca había vivido en Sonora un invierno tan largo como éste, con una gelidez tan constante. Mi cuerpo ya se va templando con el tecleo cuando a las 12 justo de medianoche siento una línea de hielo que me recorre la espalda. Anoche que luchaba con la compu bajo las mantas, contra las ganas de apagarla y acurrucarme para darme calor con mi propia piel, comprendí de pronto lo que siempre me había parecido absurdo e inexplicable: por qué Sylvia Plath se deprimió tanto durante un invierno como para suicidarse a pesar de estar sus pequeños hijos dentro de casa. Pero a pesar de comprenderla por un momento, siempre sigo inclinándome por esas figuras que dentro del dolor, de la enfermedad, de la tragedia, se fortalecen y fulguran. Entre Sylvia Plath y Flannery O'Connor , prefiero a Flannery.
Lo que ando incubando