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Mostrando las entradas de 2006

23. Escritura: la crónica de una asfixia

De la nada, mi garganta estaba totalmente cerrada. Era un sepulcro sellado que no dejaba meter ni sacar aire. La necesidad de respirar me debatía en un resuello agudo. La asfixia hundía sus dedos en mi cuello. Me levanté del sillón donde había estado viendo la tele. Mi hija me dio un poco de pulpita en el dorso de la mano. Lamí. Y fue entonces cuando el cuerpo se cerró todo. Caminé, ya casi sin oxígeno en mis pulmones, para abastecerme y sobrevivir por lo menos un segundo más –un segundo más, un segundo más, un segundo. Mi mente entró a otro estado de conciencia. Se disoció del cuerpo. Tenía una existencia propia, que nada tenía que ver con el cuerpo oprimido. Esa mente veía todo a una velocidad fluida, cándida. Mira, es un ojal la garganta cuando se cierra. Parece un párpado inferior cerrado sobre el superior. Sellado. Detrás de mí escucho a mi hija seguirme asustada: mamá, mamá... Si tan sólo se pudiera abrir. A mi lado lo siento a él, tocar mi espalda, sin saber qué hacer con su ma

22. Maldición después de Taxco

No sé si la oración hubiera sido hindú, islámica, cabalística u ortodoxa hubiera dado mejor resultado. El caso es que fue wica y por más bonita que sonaba, el resultado fue desastroso: 1. Ramírez Heredia nos dejó plantados a sus becarios sin decir “agua no va”. 2. El hotel estaba enclavado en un cerro que generaba un punto de atracción energético un poco estorboso (hubo depresiones crónicas durante los tres días, dolores de cabeza, fallas en la cobertura de los celulares). 3. Para bajar a las habitaciones teníamos que recorrer cuatro niveles de escaleras de piedra (ah, el elevador no funcionaba; y aunque hubiera funcionado, había tantos apagones de luz, que la mente se disparaba al imaginarnos pillados adentro del ascensor en pleno apagón... Les juro que a esas alturas nuestra imaginación no tenía ocurrencias eróticas). 4. Para ir a los talleres debíamos bajar en teleférico y recorrer escaleras y escaleras de piedra por la hacienda del Gobernador Ruiz Massieu. 5. Estábamos fuera de

21. Bendición antes de Taxco

"Aunque el círculo está abierto, no está roto, que la paz de la Diosa te acompañe, que tengas alegres encuentros, alegres despedidas y alegres reencuentros". Esta es la bendición wica que me ha dado una amiga antes de irme al encuentro del FONCA, para que revisen con lupa o mala leche o agudeza o justicia o benevolancia el avance de novela. Hace unas semanas envié mi reporte de 35 páginas; ahora llevo 50 páginas de avance. El círculo está abierto. Y aún no está roto (espero no me rompa la crisma Ramírez Heredia). La paz me acompaña, porque ya no tengo nada más qué hacer (ah, sí, pagar la luz antes de irme). Tendré alegres encuentros (de seguro). Y tantos reencuentros (todos: Edith, Wendy, Mayra, Martha, Luis, Karla, Lu, José Ramón). Alegres despedidas (mis compañeros del FONCA, ¡y tengan por seguro que me despediré muuuuy alegre de mi tuttore!). Envíenme todas sus bendiciones laicas, civiles, espirituales, esotéricas, afrodisiacas, neurolingüísticas, políglotas, ecuménicas

20. El huerto del abuelo

Mi abuelo ha muerto. Hace dos semanas sentí un apremio por viajar al Valle del Yaqui para verlo. Para que mi hija lo viera. Lo encontré pequeño, frágil, huesudo, dormido junto a mi abuela, que ya parece un árbol de raíces torcidas por las arrugas y el artritis. En ese momento descubrí la razón de mi prisa intuitiva. La visión de mi abuelo ahí, lánguido, sin defensas, era el vaticinio del fin de una vida ejemplar: pionero del ejido desde la época de Tata Lázaro, un hombre fuerte, duro, incansable, lo que tenía de callado lo tenía de trabajador; lo que tenía de obtuso lo tenía de recto; lo que tenía de estricto lo tenía de risueño, bailador, tomador, coqueto. Nunca dejó de ser guapo, ni con sus 89 años, ni con el cáncer, ni con su cuerpo abandonado en el ataúd. Los funerales se convierten en un juego traicionero de espejos. El montón de tierra amontonada junto al féretro suspendido sobre el hueco, los remolinos terregosos y de aire caliente, me recuerdan a todos los sepelios a los que

19. Break down

Ya era tiempo de que tuviera un colapso por agotamiento. Cuatro horas de sueño, jornadas de 15-18 horas de trabajo entre mi empleo tan querido y divertido, entre mi hija preadolescente con una agenda más intensa que la mía, la familia, los amigos. Y la novela. No fue para tanto. Pero mejor no esperar el tantito que se puede convertir en tanto, en demasiado, en exceso. Todavía estoy para contarlo frente a la compu, pasando media noche, tomando una cervecita y escuchando el jazz de Lizz Wright. El colapso también llega a los personajes, caigo en cuenta. Gabriel se colapsa. Su risa se descuelga de los dientes moribundos, sus hermanos lo ven débil y afilan el puñal por la espalda, los grandes agricultores beneficiados por la revolución verde se ven invadidos por esos ejidatarios sin tierra que armaban barricadas en los latifundios ajenos. Recuerdo de niña esas estampas: letreros con consignas escritas con una furia desconocida por mí; familias enteras ocupando una tierra que no era suya po

18. Aterrizaje después de un largo vuelo

Buena señal es si la novela va por delante del blog, generando páginas, fluyendo, mientras la bitácora se detiene. Me imagino que los pilotos llenan su bitácora hasta que regresan a tierra después de vuelos largos, vuelos cortos. He dado un vuelo largo. El segundo capítulo va a un ritmo que sólo lo detiene alguna cena especial, alguna escapada al cine. El segundo capítulo se intrinca en los conflictos que ya generaron los personajes en el primer capítulo, con sus dramas nuevos, y con la problemática histórica de los años setenta. Gabriel ya ha decidido apoyarse en Pedro para salvar su patrimonio cuando se entera que tiene leucemia; su hermano, el Pelón Mayor, pronto encontrará invadidas sus tierras, lo que complicará el papel de Pedro, pues los aviones serán el botín a pelear en la familia. En eso voy. Compré un corcho enorme, y lo puse cerca de mi mesa de trabajo. Coloqué fotos de aviones fumigadores, jóvenes pilotos recibiendo instrucción, con esas risas heroicas que tienen todos

17. Vuelta de página

Ya terminé el primer capítulo de la novela. El primero de tres. Sé que requerirá mucho más trabajo. Pero regreso al dilema del FONCA: ¿el compromiso es entregar avances o corregir? El capítulo dos es como el agua contenida en el aspersor de una manguera. Ahí está el flujo, la presión, la disponibilidad a la mano. Pero hay que administrar la historia. Este narrador avec se divierte, vaya que sí. Y anda buscando desde qué perspectiva contar este hecho tan esperado por 60 páginas: el momento en que Pedro por fin vuela. O desde qué tantos narradores con personajes puede abordarse la historia, de tal manera que nos dé un panorama completo de ese hecho culminante. Pero aquí tengo una observación de cómo se ha modificado mi narrador y lo que entiendo como hecho culminante. Pues resulta que en mi escaleta había un hecho totalmente secundario, que tenía tan poca importancia que no atiné ni siquiera a quitársela. Pero cuando conté el hecho desde los ojos del narrador-con-Daniel –es decir, los oj

16. Mis malos hábitos narrativos

Una amiga ( http://hiedravenenosa.blogspot.com ), me involucró en una de esas cadenas para enumerar 5 malos hábitos. O no sé si son simplemente hábitos, o hábitos extraños. Y tampoco sé –ahora que me pongo a pensar- si todo hábito tiene algo de malo o de extraño. Me comprometió el 2 de febrero. Y como ven, no he cumplido, y no pensaba hacerlo, sinceramente. Perdona, hiedra preciosa (ya ves que está de moda el halago). Tengo por hábito no atender cadenas, tests, chistes ni esos insufribles pauerpoints de “autosuperación”. Fue fácil incumplir pues ella estuvo convaleciendo de una cirugía y fuera de ciber-reclamos, pero hoy regresa a su trabajo, y siento gachito no haberle cumplido. Bueno, aquí podría sospecharse un segundo hábito: cuando alguien me pide algo, cumplo o no cumplo previa explicación, pero -por hábito- no dejo nunca el espacio en blanco a ninguna solicitud. Como este blog se ha reconvertido en una bitácora literaria, y mi novela me tiene obsesionada, escribiré mis 5 malos h

15. Brincos diera

¿Cómo puedo dar un salto en el tiempo? Le pregunto a Lety, y me responde: Cambia de capítulo. Pero quiero otro tipo de salto. Menos elemental. Un día me siento y escribo algo y salto con la naturalidad con que se brinca un charco. Pero cuando vuelvo la vista atrás (cuando releo pues) me aterro: ¿Qué hice? ¿Cómo pude dar un salto al futuro y continuar mi narración en presente? ¿Es posible eso?: Sí, dice Letty, se llama “prolepsis”. Navego para buscar definiciones: Prolepsis (del griego prolambanein, anticipación). Construcción gramatical que consiste en colocar un elemento en una unidad sintáctica anterior a laque le correspondería lógicamentePROLEPSIS. ANACRONÍA consistente en un salto hacia el futuro en el TIEMPO DE LA HISTORIA, siempre en relación a la línea temporal básica del DISCURSO novelístico marcada por el RELATO PRIMARIO. Le doy estas definiciones a Lety y me objeta: No, no; todavía no me convence. Hablo con Karla, mi amiga becaria del FONCA . Le enseño el fragmento. “No es p

14. El más buscado: mi narrador

A juzgar por mi bitácora, cualquiera pensaría que no he avanzado en la novela. Pues he avanzado en todos sentidos. a. He terminado de corregir lo que me señalaron en Veracruz. b. Me he sentado a querer estrenar más páginas, y he ahí donde empezó el drama , que si lo llevara a la novela... c. He pasado horas y horas enfrente de la computadora enfurruñada, tratando de sacar una conclusión: ¿Qué carajos me tiene detenida? Me vencía el cansancio: tres horas sin despegar mi vista de la pantalla y sin escribir media palabra. Me sentía como cuando uno se engarza en una discusión con la pareja, que sabemos de antemano no llevará a ningún sitio, y que lo único que logrará es ofender y exponenos a que nos ofendan; pero no podemos detener esa marejada de reclamos, resentimientos, acusaciones y seguimos hablando y poniendo el dedo en las llagas mutuas. d. He decidido darme vacaciones tres días de pantalla, y leer, tal como me lo recomendó LH: “ Lee como lee un escritor , es decir, observando cómo

13. Vuelcos que da Veracruz

En este tiempo que no he escrito en mi blog, he escrito, borrado, reescrito, borrado, corregido, revisado, escrito mi novela (lo que llevo de mi novela), y escrito por dentro, como me decía el poeta Javier Sicilia. Pues bien, el acelerador, la inseguridad, el entusiasmo, la ansiedad, la locura, todo junto se detonó en Veracruz, durante el primer encuentro de los becarios del FONCA. Ramírez Heredia, mi tutor, le dio un vuelco a mi narrador; mi compañero Sandino, a la linealidad del tiempo; Luis, a mi sintaxis; Karla, a la integración aún forzada de datos históricos. Me quedé sin los comentarios valiosos y esperados de Adán y Cynthia, por la exigencia del tutor de iniciar puntualmente. Ahora el dilema en el que todos nos debatimos es: ¿Corregimos antes de seguir avanzando? Las opiniones se dividen. Hay quienes dicen: El FONCA nos pide avances, si nos entretenemos en corregir, no avanzaremos; y otros, que no podemos retomar la novela a la luz de los cambios necesarios que nos señalaron, s

12. Un reporte y la guerra contra los parches

La novela avanza y me he sentido orgullosa al presentar un robusto cuadernillo como primer reporte: 35 páginas de novela, la bitácora de su creación, el formato que el FONCA exige llenar y todo el trabajo aledaño (perfil de personajes, escaleta, cronología del conflicto agrario en el Valle del Yaqui que he investigado). También mi vivencia como becaria da sus pasos: ya tuve contacto con un narrador regiomontano que me dio de alta por el msn y con quien comento algunas cuestiones de nuestro estatus frente al FONCA; y con sorpresa, recibí el mail de mi tutor, Rafael Ramírez Heredia, citándonos el día 26 de enero en la ciudad de Veracruz. Un hueco se abre en mi estómago. Pensar en 4 días fuera de casa no es fácil: mi hija Mariana, Rabito que da señas de andar buscando novia en su cojín -oh, tan pequeñito-, mi trabajo, viajes y trasbordos, el juicio sobre el texto, convivir con escritores –no es tarea fácil para mí, debo admitirlo. Pero también tiene su lado emocionante: Contar con ojos di