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Mostrando las entradas de 2017

Antares, 30 años y hoy

Conocí a Antares en 1989, en la casa familiar de Adriana Castaños. Yo tenía 18 años, y para mí la reciente migración de Cajeme a Hermosillo era un enorme paso que, descubrí esa tarde-noche, nada se comparaba con el trasiego de la compañía entre el entonces D.F. y la capital de Sonora. Ellos preparaban La hermana bizca , así que la sala estaba llena de libros sobre Remedios Varo, y la reunión de investigación se convirtió en una tertulia sobre arte, sobre el quehacer, sobre la logística de una compañía. Con el tiempo me he dado cuenta que esa tarde que penetró efervescente a la noche, fue una de las experiencias que más marcó mi camino vital. Vi a artistas que investigaban, leían, discutían con sentido del humor, agudeza e inteligencia; artistas que no se cerraban a su disciplina. Conocí la decisión de pasar la mitad del año en Hermosillo en el tiempo de creación, para tener más tiempo y concentración, lejos del ambiente dancístico del centro, y de la vasta oferta cultural del D

Mariana, 22

La primera vez que pasé un cumpleaños de Mariana sin ella, fue cuando cumplió 19 años. La había enviado al extranjero, y era un paso hacia la mayoría de edad para las dos: no pasaríamos su cumpleaños juntas, no pasaríamos navidad juntas; en resumen, no pasaríamos el día a día juntas. Y lo sabía: era abrir una puerta en la que no habría marcha atrás. Y ese año muy lejos de casa, con océano de por medio, sería un ensayo hacia una nueva forma de ser madre e hija. Ahora Mariana tiene un departamento en el jardín de casa, va y viene, cursa la universidad y estudia la carrera para la cual tiene una vocación invencible; administra su presupuesto; hace su vida, sus proyectos, su agenda y sus viajes. Así que ayer ella decidió, como desde entonces, sobre su cumpleaños: salir de la ciudad, a la naturaleza. Colgué globos rojos en la escalera de caracol que va a su depa, le dejé hotcakes veganos recién hechos a la puerta, con una tarjeta, y esperé a que bajara, lista para marchar, para da

Ciclo de la vida

Hace un año nuestro amigo Karel cumplió 50 años. Hicimos una reunión en su casa, conscientes de que era su último cumpleaños en este mundo. Yo veía a sus amigos de la niñez esforzarse por reír, por hacerlo reír, por recordar con alegría sin llorar. Yo veía en los rasgos de Karel, en su deterioro, en su cuerpo maltrecho, las mismas características de mi madre en su fase terminal. La mirada que parecía apresurada por huir, o una mirada que parecía estar viendo desde ese otro mundo, donde hoy están. Y ahí, en medio, ajena a todo, o quizá entendiendo más que ninguno otro, estaba Cecilia, de casi cinco años, revoloteando entre nosotros con sus risas y ocurrencias. Fue ella quien descubrió un juego, de lo más bobo, y fue ella quien lo sacó, puso sobre la mesa y nos instó a todos a jugar. En unos minutos estábamos, sin excepción, metiendo nuestra cara en un marco, prestos a recibir una catapulta de crema batida. Todos jugamos, nos morimos de risa como tontos, y Karel también jugó y a

Ramón Xirau (1924-2107)

La primera noticia que recibí esta mañana en el teléfono fue la muerte de Ramón Xirau. Sentí cómo un hueco se iba agrandando en alguna parte de mi pecho (¿corazón? ¿mente? ¿memoria? ¿alma? Eso él lo podría contestar perfectamente y con gran lucidez). Pero junto con esa tristeza, vino esa tranquilidad de cuando muere alguien con fe. Ramón Xirau era un profundo creyente. Un brillante creyente. Y eso me acercó a él en los años noventa. Verán. En los noventa, yo andaba en el friso entre mis diecinueve y mis veinte. Junto al padre de mi hija Mariana fundamos en octubre de 1990, una revista cultural. Su propia existencia era un manifiesto: la revista cultural de un par de chavales creyentes, que querían dialogar en un momento en que se nos negaba la voz, dos poetas principiantes que se empeñaban en recuperar la tradición de la cultura católica principalmente, y de la poesía espiritual como extensión de ella. "Gradas" fue el nombre que elegimos, por el poema portentoso de

[Tiempos violentos y lenguaje]

Entre toda la ignominia que los políticos y gobernantes han desatado para tener a México en este estado de violencia, descomposición, saqueo, está una perversión que va más allá de su colusión con el narco, la corrupción cada vez más desvergonzada y el retroceso en el respeto a las libertades básicas de una democracia, como es el de la libertad de expresión. Esa perversión no puedo mencionarla con un nombre o etiqueta. Necesitaré algunos párrafos para explicarme. Los políticos no tienen ni la remota idea de la impronta que sus actos y lenguaje dejan en la sociedad. Los consejeros en comunicación sí saben que con el lenguaje se puede moldear la forma en que una comunidad relata su identidad o sus decisiones; ellos sí saben cómo con el lenguaje se puede orillar a una población a inferir lo que los políticos desean. Lo que no saben es que esas inferencias y narrativas no son sólo coyunturales, y dejan una huella en la identidad a largo plazo. Así, a medida que se han ido degradando la

5. Laboratorio creativo

En días pasados, dos miembros de la familia tuvieron una semana clave. Mariana tuvo el rodaje de su corto para Ficción I (CUEC) y Jaime terminó de preparar su pieza para la Exposición Arte y Naturaleza en Chapultepec. La casa se convirtió en una incubadora de proyectos, en un laboratorio creativo, en una empresa cultural, en un ir y venir de frenesí creativo y agotamiento mental. A mí me tocó jugar de testigo y productora. Con Mariana me encargué del catering y algunos temas de producción; con Jaime me limité a ayudar en la producción de goma de nopal. Verlos a ambos en sus procesos tuvo una impronta en mí. Me hizo pensar en el privilegio de compartir la vida con personas creativas, perfeccionistas, minuciosas, que saben tan bien trabajar en equipo, que son generosos con sus colegas. Con Mariana pude revisar y opinar sobre su maqueta una tarde antes del último día de rodaje; con Jaime tuve la oportunidad de acompañarlo en la inauguración. Ahí mismo observé a Ceci hacer una compos

4. El deseo

*Fotografía de Graciela Irtubide Para la novela reflexiono sobre el deseo. El deseo es un impulso a la posesión. Luego está la voluntad de poseer. Pero quiero explorar el deseo como un acto primigenio. La pederastia inicia con ese deseo de posesión. Las historias que he conocido a través de #MiPrimerAcoso tenían ese origen: un adulto que creía tener derecho sobre el cuerpo, la identidad, la integridad de otro. Un adulto que, desde la ventaja que da el heteropatriarcado, la fuerza física, la superioridad cronológica o de cualquier tipo que impone la cultura actual, decide imponer esa ventaja y fuerza sobre alguien, en contra de su voluntad. Cuando ese deseo es una imposición sobre el otro, mirar con lascivia es ya una acción que violenta; expresar con palabras el deseo sobre el cuerpo del otro, es ya violencia; tocar o alterar (esta palabra, "alterar", no la explicaré aquí pero será clave en la trama de mi novela) el cuerpo de otro es ya una violación. Quiero explorar

[febrero de mi hermano]

Mi hermano murió un día así, 28 de febrero, y marzo siguió con esa locura. Por las tardes el viento hacía vibrar las ventanas, como si él estuviera tocando para que lo dejáramos entrar; se colaba con su aullido fantasmal por los resquicios de las ventanas; azotaba las puertas de las alacenas, como cuando llegaba hambriento por las noches después de trabajar como un adulto, aunque apenas era un chaval de 21 años. Nos habían dicho que no volvería, que no lo veríamos más. Y ahí estaba, recordándonos que faltaba, que estaba su ausencia, el dolor, el miedo (sí, me daba miedo verlo entrar de nuevo en casa). Ahí estaba con el viento enloquecido, furioso porque tal vez así lo habían tumbado, enojado dando tumbos porque todo había durado muy poco: su vuelo, su vida de piloto; su vida. Este mes le pertenece, y el que sigue, otro poco.

3. Epifanía

*Biblioteca del Convento de San Esteban; Salamanca, España. Tengo una personalidad encubierta. Encima de la escritura o debajo de ella he tenido trabajos, en los que se me paga por pensar y escribir. Siempre he pensado que tener un trabajo que me remunere me permitirá: 1) Tener tranquilidad para escribir. 2) Tener libertad para escribir. 3) Tener la mayor independencia, pues mi subsistencia no dependerá del sistema de becas, premios, puestos, amistades o simpatías en turno. El único punto que no se ha visto comprometido nunca es el 2. He escrito lo que me ha dado la gana, como me ha dado la gana, cuando me ha dado la gana... o cuando he podido. Ni siquiera pertenezco a un grupo al cual rendirle cuentas, estilos, intercambio de lisonjas. Retomo: "cuando me ha dado la gana o cuando he podido". Cuando he podido. Subrayo. El anterior trabajo que tuve coincidió con mi llegada a la Ciudad de México; experiencia que supuso un encontronazo de ritmos, tiempos, identidad

2. Más que contar una historia

Mariana salió de un maratón de tres películas en la Cineteca. Había comido unos frugales tacos (tan frugales como los 36 pesos que pagó por ellos) en el Chupas. Así que la invité a cenar. Mientras cenábamos le conté lo que voy armando de la novela. Los personajes, la historia. Hablarlo con ella me clarificó varias cosas. a) La duda que tenía si mantener integrado un personaje o convertirlo en dos, se despejó: dos. b) Cómo inicia la obsesión que atraviesa la novela. c) No quiero solamente contar una historia. Y este punto c me ha dado vueltas y vueltas el domingo. No me interesa sólo contar una historia, como yo a veces he creído de mi camino narrativo. Me interesa más construir. Construir una arquitectura, una forma de contar. La forma. Y es eso, no tanto la historia, lo que me llena de ese fervor que sólo se cura con la escritura. Para mí no vale la pena escribir si no hay manufactura, construcción. La escritura es un oficio que se despliega con los recursos, los instrumentos, l