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Mostrando las entradas de enero, 2013

El David

Es una de las personas más peculiares que te puedes encontrar. Pasó su primera infancia en un vagón de tren, que iba y venía de un pueblo a otro para que su madre diera clases. Me ha tocado ser testigo de algunas de sus labores, pero no la de fotografía. Esa podrá verse por el centro, a unas cuadras del Zócalo. A partir de las 7 pm. Habrá un grupo de jazz. Eso dice el David Flores.

Calentando la mano

Me adhiero totalmente a dos maneras de sentir el ejercicio de escribir: Stephen King: "La mejor ayuda para una producción regular (...) es un ambiente sereno. Hasta al escritor de naturaleza más productiva le costará trabajar en un entorno donde los sustos y las distracciones sean la norma, no la excepción (...) El espacio puede ser modesto (...), y en realidad sólo requiere una cosa: una puerta que estés dispuesto a cerrar. La puerta cerrada es una manera de decirles a los demás y a ti mismo que vas en serio. Te has comprometido con la literatura y tienes la intención de no quedarte en simples promesas". Mario Vargas Llosa: "Al principio es horrible, es como sentarse en la silla eléctrica. Es una sensación de una enorme... Me produce una repugnancia espantosa el escritorio. Es muy desagradable. Me doy cuenta de que estoy inventando pretextos para demorar el momento fatal de ir a sentarse allí y enfrentarse a eso (...) Para mí conseguir eso que se llama inspiración c

Cuestión de afanes

Una prueba para la concentración: trabajar, a pesar de que "alguien" insiste en que la escritura y la zapatería forman parte de un mismo empeño.

Media hora, quince minutos

Todos los días, desde mi "nuevo estudio" en la habitación de Cecilia, contemplo la hamaca en el jardín, como si fuera un espectro visible pero inexistente, que se esfuma mientras más me acerco. No hay tiempo, no hay ocio, no hay descanso. Pero hoy por la tarde rescaté media hora. Quizá la visión espectral no se rompió porque llevaba a Cecilia en brazos. La cuestión es que ambas nos echamos en ella, nos balanceamos y esto es lo que vimos, esto es lo que me gustaría ver todos los días, aunque sea por quince minutos.

La caza

Es tiempo de generar otras ideas para festejar mi cumpleaños, otras tradiciones. Ayer, después de más de un año, él y yo fuimos solos al cine, para celebrar mis 42, para compartir, para charlar. Los astros se reunieron: tuvimos quién cuidara a los niños, aprovechamos para ver la Cineteca recién remodelada (inconclusa y caótica) y no erramos con la elección,  La caza de Thomas Vinterberg. Las palomitas compartidas y su mano tibia me hicieron desear muchos cumpleaños así: en la sala de un cine, con una excelente película.