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Mostrando las entradas de septiembre, 2010

Lectores del Capomo tiempo después

Hace algún tiempo escribí aquí sobre La flor de capomo, una canción mayo. A partir de ese post, he seguido recibiendo comentarios. Todos con experiencias entrañables alrededor de esta canción y muchos de ellos se han convertido en lectores fieles, leales. De tal manera que mantenemos una comunidad más allá del nido de palabras: es la comunidad del capomo. Así Coyote y su familia nos invitaron a comer a mi novio y a mí durante nuestra estancia en Guadalajara por la FIL; así Fred se ha mantenido constante en este nido, y ha construido un diálogo a su vez con Coyote... Y así se ha ido tejiendo una red que me hace muy feliz por los recuerdos que yo tengo de esta canción, mi amor a ella, las características simbólicas de esta flor que sobrevive a crecidas e inundaciones. Y por convocar a lectores que de otra manera no hubiera tenido la fortuna de conocer. Hoy recibí otro comentario, anónimo, proveniente de Coahuila: otro (a) enamorado (a) de la Flor de Capomo.

Qué traen los días

Los primeros quince días de septiembre, con los quince últimos de agosto debería advertir las vacaciones de este blog. Vacaciones forzadas porque la mente, el tiempo, las yemas de los dedos no dan para otra cosa que trabajar y trabajar y trabajar en esa etapa crítica en el año laboral. Esos días no dan más que para dormir 3 horas. No dan más que para brincar del escritorio de la oficina al escritorio de casa. No dan más que para ver, a veces, un programa de adolescentes con mi adolescente, y reír con ella y desconectar el cerebro mientras lo pongo en recarga. Pero los últimos días de esa fase crítica me ha traído su compu frente a la mía, su sonrisa dulce, el humo de su cigarro a través de la ventana, sus charlas pausadas y quedas, su café negro y el mío latte así uno junto a otro, las ganas de leer, las ganas de escribir, las ganas de indagar, las ganas de compartir. De compartirlo todo.