Después de lo que les diré, no sé si les apetezca seguir leyendo este Blog, o volverlo a visitar. Pero no es traidor el que avisa que:
1. No sé por qué hago un Blog propio. Lo único que puedo justificar es que tenía un montón de ganas. Y quería tener uno por si acaso, por si un día podía entregar una tarjeta con mi nombre, teléfono, celular, dirección electrónica... y Blog. Se vería suave.
2. No sé qué voy a escribir en el Blog. No quiero tener un diario; porque mis días se suceden uno a otro con la parsimonia y rutina de la vida de una jubilada. No quiero pensar en un Blog “curado”, porque no creo que nadie entre a un Blog para reírse; y si hay alguien que lo hace, no estoy segura que mi Blog garantice una satisfacción 100%; el 5% sería pretencioso. No quiero subir mis textos literarios aún, porque no tengo registrados los derechos de autor; ya sé que es remoto que alguien me fusile los textos, pensando que podrá hacer gloria y fortuna... pero una precaución no está de más, y las chiripadas no están de menos.
3. No creo representar a ninguna generación ni ningún sentir. Nunca he sabido qué es una generación. Siempre era yo, y los otros sólo eso, “los otros”. Tengo amigos 10, 20, 30 y hasta 40 años más que yo. Otros 10 años menores que yo. Y sólo un puñado de más o menos mi edad, que por esa falta de sincronía en calendarios y lugares, me parecen de otra generación. Por mi formación multigeneracional, también me hice multideológica. Presumo ser de izquierdas y me lamento de que nadie se dé cuenta ni me crea. Mis amigos de derechas salen huyendo, o vuelven con su manual de principios en cuanto ven mi rojismo; mis amigos de izquierdas no me toman en serio porque me ven demasiado burguesa. Soy católica, pero para mi clan soy demasiado agnóstica; y para los ateos mi fe es una tara irracional que no logran racionalizar. Para mi familia soy algo así como una hija adoptada, de otra sangre; para mis amigos, demasiado hija de familia.
Resumiendo: soy un ser desacomodado, que no encaja en ningún lado y siempre se identifica parcialmente con algún ángulo de alguna persona.
4. No represento ninguna moda literaria ni de aspecto, ni de aficiones, ni musical, ni nada. No soy una impresentable, tampoco. Soy ese tipo de gente que genera la kantiana pregunta de: ¿qué ondas con esa morra? Y difícilmente alguien podrá contestar algo más que una encogida de hombros. Está de más decir que ni siquiera yo.
Por tanto:
1. No sé cuándo volveré a actualizar el Blog.
2. No sé de qué tratará.
3. No sé qué objetivo persigo más allá de que me gustaría que entraran, leyeran, pensaran, comentaran.
Así que: hasta la vista.
1. No sé por qué hago un Blog propio. Lo único que puedo justificar es que tenía un montón de ganas. Y quería tener uno por si acaso, por si un día podía entregar una tarjeta con mi nombre, teléfono, celular, dirección electrónica... y Blog. Se vería suave.
2. No sé qué voy a escribir en el Blog. No quiero tener un diario; porque mis días se suceden uno a otro con la parsimonia y rutina de la vida de una jubilada. No quiero pensar en un Blog “curado”, porque no creo que nadie entre a un Blog para reírse; y si hay alguien que lo hace, no estoy segura que mi Blog garantice una satisfacción 100%; el 5% sería pretencioso. No quiero subir mis textos literarios aún, porque no tengo registrados los derechos de autor; ya sé que es remoto que alguien me fusile los textos, pensando que podrá hacer gloria y fortuna... pero una precaución no está de más, y las chiripadas no están de menos.
3. No creo representar a ninguna generación ni ningún sentir. Nunca he sabido qué es una generación. Siempre era yo, y los otros sólo eso, “los otros”. Tengo amigos 10, 20, 30 y hasta 40 años más que yo. Otros 10 años menores que yo. Y sólo un puñado de más o menos mi edad, que por esa falta de sincronía en calendarios y lugares, me parecen de otra generación. Por mi formación multigeneracional, también me hice multideológica. Presumo ser de izquierdas y me lamento de que nadie se dé cuenta ni me crea. Mis amigos de derechas salen huyendo, o vuelven con su manual de principios en cuanto ven mi rojismo; mis amigos de izquierdas no me toman en serio porque me ven demasiado burguesa. Soy católica, pero para mi clan soy demasiado agnóstica; y para los ateos mi fe es una tara irracional que no logran racionalizar. Para mi familia soy algo así como una hija adoptada, de otra sangre; para mis amigos, demasiado hija de familia.
Resumiendo: soy un ser desacomodado, que no encaja en ningún lado y siempre se identifica parcialmente con algún ángulo de alguna persona.
4. No represento ninguna moda literaria ni de aspecto, ni de aficiones, ni musical, ni nada. No soy una impresentable, tampoco. Soy ese tipo de gente que genera la kantiana pregunta de: ¿qué ondas con esa morra? Y difícilmente alguien podrá contestar algo más que una encogida de hombros. Está de más decir que ni siquiera yo.
Por tanto:
1. No sé cuándo volveré a actualizar el Blog.
2. No sé de qué tratará.
3. No sé qué objetivo persigo más allá de que me gustaría que entraran, leyeran, pensaran, comentaran.
Así que: hasta la vista.
Comentarios
Unas "humildes" recomendaciones:
NO creo que un blog tenga que incluir un curriculum casi tan extenso como el texto que "posteas" y aunque estoy seguro que estás orgullosa de él, puede lucir un poco pretencioso. Poco o mucho dependiendo obivamente de la percepción de los diferentes lectores que puedas tener.
Creo que lo más rescatable de los blogs es esa manera de disparar al aire ideas y testimonios que, no importa el tema, son siempre personales y dan una idea no sólo de tu mundo interior, sino de la necesidad de expresarse y cómo esa necesidad se puede convertir en un ejercicio estilístico, pero sobre todo en una catársis...
Los blogs personales y el problema del estilo
Hay una preocupación recurrente entre los bloggers que escriben blogs “personales”: el problema del “estilo”. Es decir, cómo imprimir una marca reconocible - y preferentemente invisible e inimitable – en lo que escribimos, de forma que el lector vuelva una y otra vez, en busca de ese “no se qué”, hipnotizado por el vaivén pendular y el sordo tic-tac de nuestra prosa. Algunos hasta sostienen que en la pulseada entre forma y contenido, la forma siempre gana. Aducen que un gran escritor es capaz de llevarnos de la mano en viajes de ensueño, aunque el tema – el contenido – sea aburrido o hasta repugnante. Yo soy uno de los integrantes de este culto, que reconoce como tótems a escritores como E. B. White, Sandra Russo, Truman Capote o H. L. Mencken, es decir, escritores a caballo entre el periodismo y la literatura, hijos bastardos de Montaigne que escriben sobre cualquier cosa, pero siempre con una obsesión febril por el estilo (esa obsesión es explícita en Capote, y alcanza y sobra con leer el prólogo de “Música para camaleones” para entender su magnitud).
Cada nuevo encuentro con un escritor de esta raza me produce dos efectos contrarios: la confirmación de que escribir - y leer – es una actividad trascendental (leo, luego existo) y que entre tenistas de ese calibre yo siempre jugaré al ping-pong. Y no es falsa modestia, y no es que ese segundo efecto sea desmoralizador o asfixiante; la ambición no tiene que ser el único motor que mueve esta carreta, a veces alcanza con la tracción a sangre.
En eso pensaba el otro día, sentado en una estación de trenes vacía, a las 5 de la mañana. Me mudo a Argentina en unas semanas, luego de 6 años de vivir en USA y desde el día que tomé la decisión – y que la sentí coagularse y volverse definitiva – vivo en un estado alterado, nebuloso y áspero. En esa estación vacía intenté organizar y explicar esa sensación extraña. ¿Es nostalgia por volver a Argentina? ¿Es alivio luego de tomar una decisión difícil pero que no podía seguir aplazando? ¿Es tristeza por dejar los Estados Unidos? ¿Es temor por lo que vendrá o por lo que se va? Y me di cuenta que es todo eso, pero que también es otra cosa. Y recién me di cuenta qué es esa otra cosa cuando, sentado en esa estación vacía, vi pasar a toda velocidad un tren a toda velocidad – ni siquiera pude descifrar de que línea era -. Esa otra cosa, esa cosa informe y pastosa que forma el centro de cómo me siento en estos días es la sensación de que me estoy despidiendo y que no sé cuántas de esas despedidas son definitivas.
Me explico un poco más: cuando uno se va, congrega a familiares y amigos en la estación de trenes, abraza y besa a todos, llora cataratas y se va, sacudiendo el pañuelito lleno de mocos desde la ventanilla. Por suerte existe ese ritual de clausura, ese The end o ese To be continued (que suena menos atroz), que amortigua el golpe. Pero en mi caso, no sé cuál va a ser la última vez que voy a comer un helado de Oreos and cream en la heladería de New Brunswick, cuál va a ser mi último viaje en subte en New York o cuándo la última vez que voy a ver las aguas barrosas del Raritan desde el colectivo que cruza el puente. Despedirse no es tan feo, lo feo es no saber cuándo te estás despidiendo y cuándo estás sólo diciendo hasta luego.
Todo este vaciamiento, esta diarrea de los sentidos, este amontonamiento de recuerdos en el espejito retrovisor empañado es una patada en los huevos en cámara lenta. Soy de los que necesitan el freezer lleno de comida que nunca voy a comer, la biblioteca llena de libros que nunca voy a leer, los ojos llenos de paisajes que nunca voy a volver a pisar y la garganta llena de ascos que nunca voy a terminar de escupir. Por todo eso escribo, supongo, porque a pesar de que soy incapaz de despedirme como corresponde, siempre me estoy yendo.
Juro que cuándo empecé a escribir tenía algo que decir respecto al estilo, cómo es imposible cultivarlo, cómo los grandes escritores tienen un estilo orgánico – inseparable del “contenido” – y otros dictámenes igual de graves y solemnes… pero también perdí ese tren y el próximo sale andá a saber a qué hora.
Xtian, a las 7:42 PM | TrackBack
Este blog me parece un foro literario en el que podemos ser lo que somos y decir lo que queremos.
Según el catolicismo la palabra es sagrada para otros, el viento se las lleva, pero plasmar sentimiento y pensamiento dejan huella en cada uno de nosotros.
Ojalá que pronto podamos leer tus poemas.
Felicidades!
Suerte a los que se marchan, felicidades a quienes se quedan y especialmente a Marianto que nos recibe en esta hoja virtual todo el tiempo en cualquier parte.
Salud a todos los desencajados!
Espero que no dejes de escribir.
Los poetas son los ladrones del fuego eterno, han cedido su presente, a cambio de un nicho a los pies de lo eterno,un precio muy caro
Sigue asi,Saludos
Rambal
Comparto la poesía y este espacio.
Saludos.