Ir al contenido principal

23. Escritura: la crónica de una asfixia

De la nada, mi garganta estaba totalmente cerrada. Era un sepulcro sellado que no dejaba meter ni sacar aire. La necesidad de respirar me debatía en un resuello agudo. La asfixia hundía sus dedos en mi cuello.

Me levanté del sillón donde había estado viendo la tele. Mi hija me dio un poco de pulpita en el dorso de la mano. Lamí. Y fue entonces cuando el cuerpo se cerró todo.

Caminé, ya casi sin oxígeno en mis pulmones, para abastecerme y sobrevivir por lo menos un segundo más –un segundo más, un segundo más, un segundo.

Mi mente entró a otro estado de conciencia. Se disoció del cuerpo. Tenía una existencia propia, que nada tenía que ver con el cuerpo oprimido. Esa mente veía todo a una velocidad fluida, cándida.

Mira, es un ojal la garganta cuando se cierra. Parece un párpado inferior cerrado sobre el superior. Sellado.

Detrás de mí escucho a mi hija seguirme asustada: mamá, mamá...

Si tan sólo se pudiera abrir.

A mi lado lo siento a él, tocar mi espalda, sin saber qué hacer con su mano en mi espalda. Sin saber qué función tiene mi espalda para hacerme respirar.

Todo está oscuro, sólo veo ese ojal cerrado.

Mi hija solloza. Él respira a jadeos, sin saber qué hacer.

Esto no puede ser así de ridículo, me digo, y mientras los escucho casi sollozar, mi estertor en la tráquea es cada vez más agudo y débil .

Una ambulancia. Ninguno de los dos sabe que las ambulancias se llaman marcando 060.

Ese ojal. ¿No se puede abrir ese ojal oscuro en mi garganta?

Estoy frente a la puerta y no hay a dónde ir. Se me ocurre intentar toser. Tal vez si logro que salga aire, podré introducir algo de oxígeno.

Lo intento. Es ridículo. Eso no es tos. No entra ni sale aire. Él da palmadas suaves a mi espalda. El instinto es ridículo, sí. Sigo tosiendo. Como si los golpecitos fueran una manivela. La cuerda de una cajita que quiere repetir la canción.

Dejo de sentir miedo. Sólo soy un mecanismo intentando toser. Abrir el párpado enclaustrado entre mi garganta y los pulmones.

Hasta que sucede. Respiro, poco a poco. Despierta ese sepulcro, rompiendo su sello.

Y ahora pienso en ese proceso del cuerpo separado de la mente. Y el poder etéreo de la mente sobre un cuerpo lleno de músculos, sangre, huesos, fluidos, órganos en una correspondencia compleja.

Es como el proceso de crear. Hay una experiencia vital, orgánica, durante la creación. Pero también está la supremacía de esa mente que conecta intuitivamente, que ordena potencias, que abre sellos. Hasta que un hilo de oxígeno y luz atraviesa la oscuridad de muerte.

Comentarios

Anónimo dijo…
Ay. Estuvimos a punto de No Morian Nunca Más y yo sin saber. Se sacude uno cuando sabe que estuvo a punto de caerle encima una maldición tan tremenda y que, por gracia de Dios o un azar muy oportuno, la cosa quedó resuelta y uno siguió feliz, pensando en rábanos y muéganos.
Después de las neuronas que perdí durante la asfixia, ahora, en efecto, sólo pienso en rábanos y muéganos -sin importarme que no sé que son los muéganos, ya sabrás el calibre del daño.
Anónimo dijo…
Los muéganos los venden en el centro de la ciudad de Hermosillo, junto con chicles y chocolates....
Anónimo dijo…
Los muéganos los venden en el centro en las carretitas donde hay chicles y chocolates......
memi dijo…
un método muy eficáz para cuando te estás ahogando, es ke te halen hacia arriba por las orejas.. en una ocasion me lo hicieron a mi pork me habia ahogado con un chocolate..saludos
Anónimo dijo…
ser y durar nunca seran lo mismo
puede durar lo que NO cambia pero solo puede ser lo que se transforma


felicidades y gracias por ser, seguir y estar
respetuosamente L.G.
Un gusto leerte, como siempre.

Saludos y Feliz año, Marian

Entradas más populares de este blog

Ceci, 12

Ceci de mi alma, Cuando leas esto ya tendrás 12 años. Una edad en la que las artes de la magia se convierten en empeño, esfuerzo, sabiduría forjada cada día, conciencia. Y eso te pediré hoy: un poco de magia para que me hagas estar contigo en ste momento, para que me sientas en tu corazón y en tu mente con la claridad con que me ves cada día a las seis de la mañana en la cocina, preparando todo antes de que te vayas a la escuela. Aunque, estando tan modorras, ¿podemos vernos con claridad? Mejor: con la claridad con que me ves cuando regresas de la escuela y me cuentas lo que pasó, mientras la comida termina de prepararse, y el celular suena y suena y suena con mensajes y el trabajo interminable, que tr fastidia un poco. Hay una escritora que dice que de alguna manera las mamás nunca podemos separarnos del todo de nuestras criaturas, porque hemos estado tan unidas una en la otra, desde el inicio de la vida, que es imposible. Y así como el misterio inicia, gestándose en el vientre

Capomo

Alicia, la novia de mi hermano Martín , me invitó a montar. A pelo. Sin silla de montar. Yo era niña. Tenía quizá 10 años. Anduvimos por el monte, lleno de brizna seca, con el sol muy bajo y naranja. En el silencio montaraz, ella me cantaba "La flor de capomo", ¿la conoces?, me preguntó. Le dije que no, entonces me la cantó en mayo. Este es uno de los momentos más memorables en mi niñez. Tiempo después, en una fiesta en el campo donde había música en vivo, mi padre quiso complacerme con una canción. "La flor de capomo", pedí, y mi padre sonrió extrañado y orgulloso a la vez. Desde entonces, para él esa es mi canción. Sí, esa es mi canción. Nunca he visto una flor de capomo. Queda poca gente que la ha visto. La flor de capomo crece en los ríos. Y ahora el río yaqui y mayo ya están secos, por lo que la flor de capomo es ya casi mítica. La raíz es muy extensa y con muchos tentáculos. Es como un estropajo estirable que se clava muy superficialmente en la tierra. El t

Mariana, 28

Mariana de mi alma, Desde que naciste me pregunté mucho qué sería de ti. Porque esa mirada profunda que parecía venir de otros mundos y otros tiempos, ese llanto intenso y que llenaba la habitación, o esa risa llena de luz y plenitud solo me llevaban a preguntar: ¿qué hará en esta vida? y sobre todo, ¿qué tengo que hacer yo, como su madre, para acompañarla? Desde entonces siempre te he visto llegar a los linderos, ampliar los límites, llevarte a ellos o más allá de sus coordenadas. No como alguien que rompe, sino descubre; no como alguien que se precipita, sino explora. Una especie de cartógrafa del ser. Sin tibiezas ni inmovilismos. Y pienso en lo afortunada que soy de conocer más allá de mis miras miopes gracias a ti, de ser empujada más allá de mis límites por ti. Siempre. Incluso hoy. Nada de medianías contigo, nada de apatía, de pasividad. Aunque sea yo una roca angulosa y pesada, crees en mí como un canto rodado. Y pienso que tu misma búsqueda de expresión, sin límites c