Ayer aterrizó en el jardín de casa un globo que iba dirigido a los reyes: era morado, con unas alas de esponja pegadas, una viñeta impresa de los tres reyes magos; y colgando de un hilo, la carta.
Pedía a los "queridos reyes" un nenuco y una tablet.
Seguramente los padres de esa niña habían leído la carta, y con suerte pudieron cumplir por lo menos con parte de la carta.
Pero entré en el mismo sentido de urgencia como si la fatalidad hubiera llegado a la casa de esa niña, dejándola sin regalos por el naufragio del globo en mi jardín. Por más que me repetía y convencía de que soltar los globos son actos simbólicos que nos hemos inventado los padres, sentía compasión por la niña. Sentía que algo se había perdido.
Es un pensamiento fatalista y oscuro que está siempre como humus en mi vida. Las pérdidas dejan su impronta.
Pedía a los "queridos reyes" un nenuco y una tablet.
Seguramente los padres de esa niña habían leído la carta, y con suerte pudieron cumplir por lo menos con parte de la carta.
Pero entré en el mismo sentido de urgencia como si la fatalidad hubiera llegado a la casa de esa niña, dejándola sin regalos por el naufragio del globo en mi jardín. Por más que me repetía y convencía de que soltar los globos son actos simbólicos que nos hemos inventado los padres, sentía compasión por la niña. Sentía que algo se había perdido.
Es un pensamiento fatalista y oscuro que está siempre como humus en mi vida. Las pérdidas dejan su impronta.
Comentarios
Saludos desde Mexicali :)