Ayer fui a la exposición de Remedios Varo en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Disfruté de una colección de bocetos, cartas, diarios, objetos personales, además de una selección de obras.
Entre los documentos había una agenda de teléfonos. Estaba el teléfono de su ex pareja, Benjamin Peret, y los teléfonos de un plomero, del señor de los pisos, del señor de las persianas, y el de la señora Panchita: el mundo doméstico y cotidiano de Varo.
Y vi claramente la convivencia entre ese mundo pragmático, logístico que conlleva un hogar, con esa imaginación desbordada de Remedios Varo, sus lecturas metafísicas, las conversaciones sobre surrealismo con la comunidad de exiliados (residentes muchos de ellos en la Roma).
Desde hace meses llevo una conversación intermitente con una amiga escritora, ex compañera de generación y de habitación en el FONCA, sobre ese tema: cómo conjugar la maternidad, la vida cotidiana, laboral, con la literatura en sus sendas de escritura y lectura.
Seguro es posible y no somos las únicas que malabareamos con todos esos asuntos. Pero tanto Karla Montalvo como yo hemos tenido que decidir prioridades, y hemos decidido, cada una desde su fuero interno, que queremos un trabajo en el que podamos desarrollar habilidades o capacidades que tenemos, y en el que se nos remunere justamente sin estar a dependiendo de becas y otro tipo de estímulos (a los cuales tampoco nos oponemos, no entremos en los dilemas del señor Yépez); que preferimos estar en casa que en un encuentro de escritores; que preferimos leerles un cuento y dormir a los hijos que ir a una presentación de algún libro; tomarnos una copa en casa, en lugar de hacerlo en una cantina; que al hurgar, entre todas las responsabilidades, el tiempo disponible para dedicarlo a escribir y a leer, no cabe una agenda para las relaciones públicas.
Y hemos tenido que tomar estas decisiones porque ambos formatos son casi excluyentes.
¿Se puede hacer un nombre en la literatura sin ir a encuentros de escritores, sin renunciar a un empleo de tiempo completo, sin ir a tertulias en cantinas con escritores para pactar amistades y alianzas en la promoción, sin pagar con asistencia a presentaciones y lecturas literarias para que después retribuyan asistiendo a las propias?
Lo que sí es condición irrebatible, es que para hacer literatura hay que escribir mucho y leer mucho. Ojalá bastara con eso.
Quisiera pensar que es posible, pero hay que desbrozar ese camino y andarlo, avanzando a prueba y error. Eso quisiera lograr.
Entre los documentos había una agenda de teléfonos. Estaba el teléfono de su ex pareja, Benjamin Peret, y los teléfonos de un plomero, del señor de los pisos, del señor de las persianas, y el de la señora Panchita: el mundo doméstico y cotidiano de Varo.
Y vi claramente la convivencia entre ese mundo pragmático, logístico que conlleva un hogar, con esa imaginación desbordada de Remedios Varo, sus lecturas metafísicas, las conversaciones sobre surrealismo con la comunidad de exiliados (residentes muchos de ellos en la Roma).
Desde hace meses llevo una conversación intermitente con una amiga escritora, ex compañera de generación y de habitación en el FONCA, sobre ese tema: cómo conjugar la maternidad, la vida cotidiana, laboral, con la literatura en sus sendas de escritura y lectura.
Seguro es posible y no somos las únicas que malabareamos con todos esos asuntos. Pero tanto Karla Montalvo como yo hemos tenido que decidir prioridades, y hemos decidido, cada una desde su fuero interno, que queremos un trabajo en el que podamos desarrollar habilidades o capacidades que tenemos, y en el que se nos remunere justamente sin estar a dependiendo de becas y otro tipo de estímulos (a los cuales tampoco nos oponemos, no entremos en los dilemas del señor Yépez); que preferimos estar en casa que en un encuentro de escritores; que preferimos leerles un cuento y dormir a los hijos que ir a una presentación de algún libro; tomarnos una copa en casa, en lugar de hacerlo en una cantina; que al hurgar, entre todas las responsabilidades, el tiempo disponible para dedicarlo a escribir y a leer, no cabe una agenda para las relaciones públicas.
Y hemos tenido que tomar estas decisiones porque ambos formatos son casi excluyentes.
¿Se puede hacer un nombre en la literatura sin ir a encuentros de escritores, sin renunciar a un empleo de tiempo completo, sin ir a tertulias en cantinas con escritores para pactar amistades y alianzas en la promoción, sin pagar con asistencia a presentaciones y lecturas literarias para que después retribuyan asistiendo a las propias?
Lo que sí es condición irrebatible, es que para hacer literatura hay que escribir mucho y leer mucho. Ojalá bastara con eso.
Quisiera pensar que es posible, pero hay que desbrozar ese camino y andarlo, avanzando a prueba y error. Eso quisiera lograr.
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