Qué significativo que el curso "Poesía y la crisis del lenguaje" que impartió Javier Sicilia terminara justo en el mismo mes en que Cecilia culminó sus terapias de lenguaje.
"La palabra no solo nombra, sino que también crea. Sacamos del mundo de las tinieblas aquello que nombramos, a través de la palabra, la Lengua", inició Javier su curso dentro del programa Grandes Maestros de la UNAM. Y a partir de ahí empezó a resonar no solo mi búsqueda a través de la poesía, sino el complejo proceso de Ceci con el lenguaje, y mi crisis literaria después de ello.
La primera palabra que Ceci pronunció, antes de cumplir su primer año de vida, fue "Hola". Siempre me llamó la atención. No fue mamá, no fue papá, no fue leche. Fue "hola": su capacidad y necesidad de crear puentes, de comunicarse con otro, de entablar una relación y una empatía estaba ahí clara en esa primera palabra.
A partir de ahí fue fortaleciéndose una personalidad extrovertida, alegre, optimista, amistosa, confiada. No era precisamente una niña hablantina, pero iba sumando palabras a su vocabulario. A partir del año y medio, un día así de la nada, dejó de decir hola. Recuerdo guiándola escaleras abajo por la casa y repitiéndole la palabra hola para que me respondiera como siempre, y no, decidió que ya no diría hola. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, fue restando palabras. Me hubiera gustado haber estado consciente de ese proceso para pararlo, por supuesto, pero también para tratar de entender el por qué. Así, al cumplir los 2 años, Ceci solo decía "mamá".
"En Los niños salvajes, cuando el niño logra desatar la lengua es cuando logra ordenar la realidad", tengo en mis apuntes de lo que nos dijo Sicilia. Cuando Ceci entró a preescolar, la guía nos tranquilizó, "Seguro esto está sucediendo por ser la más pequeña de la familia; denme un mes para observar y hablamos". Al mes teníamos un recado de la guía y sus recomendaciones. Una mujer ya de edad, abuela, tanatóloga, guía Montessori con décadas de experiencia, dio en el quid: "Ceci, al desconfigurar el lenguaje, desconfiguró la realidad; hay que ayudarle a ordenar la realidad, a nombrar la realidad para que vuelva a reconfigurar el lenguaje y que vuelva a reconfigurarse ella", nos dijo y fuimos muy afortunados de que justo esa guía estuviera entonces a cargo de la formación de Ceci. Nos recomendó hablar todo lo que hiciéramos, darle un orden a todas nuestras acciones como una progresión lógica y articulada. Por supuesto, también el paso fue buscar terapias.
Durante el proceso terapéutico de Ceci, yo también sufrí una desvinculación con el lenguaje. El curso de Javier Sicilia me hizo tomar conciencia de que, así como tenemos una relación carnal con el lenguaje (la cosa nombrada se encarna al ser nombrada), también hay una relación carnal entre el lenguaje y la madre. La madre enuncia las primeras palabras que escuchamos desde el vientre, la madre es quien nos canta por primera vez, quien nos nombra por primera vez, quien nos ve como sujetos-persona-misterio por primera vez.
Ceci dejó de lado todo el lenguaje, menos la palabra mamá, ¿algo quería decirme a mí? ¿Algo tenía que ver conmigo? Muy probablemente un proceso mío afectó a Ceci en su relación con el lenguaje; y su desvinculación con el lenguaje también me afectó a mí.
Me costaba leer, escribir. Prefería ver libros de arte y naturaleza, exposiciones de arte, funciones de danza. Todo aquello donde el lenguaje no mediara con protagonismo, todo aquello que entrara a mis sentidos por otras vías que no fuera la configuración e interpretación del lenguaje. A menudo me encontraba varada frente a una idea sin encontrar la palabra que lo conceptualizara. Llegué a perder nombres de personas clave en mi vida.
Han pasado casi cuatro años desde entonces. Terapias de lenguaje, terapias de juego, terapias de bilateralidad, terapias creaneosacral.
En ese trayecto de Ceci la acompañamos con gran amor su padre y madre, sus hermanos, toda la familia; la escuela, Montessori del Pedregal, que fue indispensable en el acompañamiento paciente, sensible, experto, especial agradecimiento a la sabia Letty, a Perla y Patti; sus terapeutas Lucy del Instituto Lupdeger, Esperanza y Laura en una primera etapa en Ediit, y en una segunda etapa en Declic: Laura, Adriana, Marisol, Esmeralda, Heriberto, al igual que sus compañeros de terapia, especialmente Montse.
Paulatinamente, hasta llegar al día de hoy en que la dieron de alta de sus terapias, se restableció el orden, el lenguaje, la lengua, los puentes, el hola entre ella y el mundo, como esa vez que por primera vez le escuché esa palabra a Ceci, al abrir las persianas de su habitación para que entrara la luz de la mañana, con su cara sonriente, celebrando la vida, el día, la luz, la presencia de su madre junto a ella, la presencia de ella en el mundo, la presencia del mundo.
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