Siempre digo que mi familia y mis amigos se conocerán hasta el día de mi funeral. Esto debido a:
1. Que tengo una obsesión por mi funeral. No en la logística, en los últimos deseos ni en qué versión quiero ser muerta. No me importa que no vayan a mi cumpleaños (es el 1 de enero y entiendo la dificultad), pero no seré igual de tolerante con mi funeral: ahí los quiero a todos. Dije TODOS: amigos y ex amigos, hija y sus amigos y los padres de sus amigos, ex marido, su familia y su ex mujer (de ser posible), ex novios y pretendientes eternos, familiares cercanos (lejanos no, porque dicen que todos los Mendívil somos parientes y no me gustan los rollos masivos), jefes y ex jefes, compañeros y ex compañeros de trabajo.
Cuando me he separado de alguien, siempre la frase de epitafio es: ¿Irías a mi funeral? En esos momentos habrá quien ponga cara de ¿?, pero, la neta, nunca dicen que no.
2. Mi familia es un poco ermitaña. Los Mendívil sólo se llevan con Mendívil, dice la leyenda. Y mis amigos son muy distintos a mis familiares. Entonces siempre temo el cóctel. Tuve sospechas de que a mi espalda mi familia se compadecía de que yo tuviera amigos imaginarios, y que por otra parte mis amigos creyeran que era una extraterrestre sin ombligo y con un apellido vasco tomado prestado de algún periódico español que gusto de leer.
Pues el momento se dio. Guardo la fecha: sábado 9 de julio, a las 10 pm. Dos de mis hermanos con sus respectivas esposas llegaron a mi casa, y se encontraron que mis amigos imaginarios (y quizá hasta pensaban que “paros”) son reales (ayudó mucho la vestimenta informal sabatina).
Y la fecha tuvo otro aspecto extraordinario. Cerca de la media noche, tocaron a la puerta. Me asomo (no esperaba a más comensales), y encuentro a mis sobrinos adolescentes en pleno: seis pubertos entre 14 y 18 años a mi puerta, conduciendo el coche ellos, autorizados para pasear a esa hora. Y perdonen, a todo mundo se le llega la hora de la cursilería: sí, los recordé cuando eran pequeños y etecé (todo lo que puede decir una tía que era y sigue siendo la Tía Tita de estos chicos maravillosos).
¡Ahora sí, me puedo morir! Ah, pero no olviden ir a mi funeral, por favor.
1. Que tengo una obsesión por mi funeral. No en la logística, en los últimos deseos ni en qué versión quiero ser muerta. No me importa que no vayan a mi cumpleaños (es el 1 de enero y entiendo la dificultad), pero no seré igual de tolerante con mi funeral: ahí los quiero a todos. Dije TODOS: amigos y ex amigos, hija y sus amigos y los padres de sus amigos, ex marido, su familia y su ex mujer (de ser posible), ex novios y pretendientes eternos, familiares cercanos (lejanos no, porque dicen que todos los Mendívil somos parientes y no me gustan los rollos masivos), jefes y ex jefes, compañeros y ex compañeros de trabajo.
Cuando me he separado de alguien, siempre la frase de epitafio es: ¿Irías a mi funeral? En esos momentos habrá quien ponga cara de ¿?, pero, la neta, nunca dicen que no.
2. Mi familia es un poco ermitaña. Los Mendívil sólo se llevan con Mendívil, dice la leyenda. Y mis amigos son muy distintos a mis familiares. Entonces siempre temo el cóctel. Tuve sospechas de que a mi espalda mi familia se compadecía de que yo tuviera amigos imaginarios, y que por otra parte mis amigos creyeran que era una extraterrestre sin ombligo y con un apellido vasco tomado prestado de algún periódico español que gusto de leer.
Pues el momento se dio. Guardo la fecha: sábado 9 de julio, a las 10 pm. Dos de mis hermanos con sus respectivas esposas llegaron a mi casa, y se encontraron que mis amigos imaginarios (y quizá hasta pensaban que “paros”) son reales (ayudó mucho la vestimenta informal sabatina).
Y la fecha tuvo otro aspecto extraordinario. Cerca de la media noche, tocaron a la puerta. Me asomo (no esperaba a más comensales), y encuentro a mis sobrinos adolescentes en pleno: seis pubertos entre 14 y 18 años a mi puerta, conduciendo el coche ellos, autorizados para pasear a esa hora. Y perdonen, a todo mundo se le llega la hora de la cursilería: sí, los recordé cuando eran pequeños y etecé (todo lo que puede decir una tía que era y sigue siendo la Tía Tita de estos chicos maravillosos).
¡Ahora sí, me puedo morir! Ah, pero no olviden ir a mi funeral, por favor.
Comentarios
un saludo desde la tierra
efrain galvan
(Pero puedes hacer una recreación, y así te darías cuenta si tu deseo se cumple, si todos, todos, todos lo que supones asisten a tu ceremonia).
Te saludo desde mi funeral de vivo, o quizá pasado de vivo. Igual, saludos.
El caso es, que yo me apunto desde este momento para acudir a festejar tu vida madre... viva o muerta.
Y estas atentamente invitada al mìo si he de partir temprano.
Manuel d'Argence
Javier Munguía
angel
Es algo inevitable, mucha gente no va a ir a tu funeral. aunque no lo creas son como los cumpleaños, y no todo mundo sabrá que moriste. Mejor Consigue una forma de que se apeguen mas a ti asi cuando mueras les va doler MAS... jajajajaja sadica hasta la muerte
Josué Barrera