Ir al contenido principal

Una cuenta regresiva en el tiempo


Tengo el buen recuerdo de una reseña que hicieron a Cuenta regresiva, mi primer poemario, de la que guardo un afecto especial.

Primero, porque era esa época cuando en Sonora se escribía más poesía, había un vigoroso suplemento cultural y había críticos de poesía. Cuenta regresiva ha sido más reseñado que cualquier otro libro mío.

Segundo, porque la reseña crítica la hizo una de las mujeres que pasó por Hermosillo y dejó una huella profunda y silenciosa en muchas personas que la conocimos: excelente poeta, discreta conversadora, lectora acuciosa. Margarita Aguilar.

Tercero, porque hizo una lectura de Cuenta regresiva muy propia y a la vez muy apegada a mi intención.

Era yo una muchachita de 18 años, que acababa de salir de una agorafobia trepidante, y cuyas palabras estaban sepultadas en esa introspección invisible y muda de tan profunda. No me quedaba más que poner palabras en mis sensaciones, en mis paisajes internos, en mis inquietudes, en mis sombras, en mis silencios. Para mí ese poemario era más una danza que una poesía, era más un sonido que una explicación, era más una sensación que una razón.

Y Margarita Aguilar pudo percibirlo. La reseña se publicó en esos años en que los periódicos amarillean y no están digitalizados en la red. Guardo el recorte, sí, cada vez más delgado y amarillo. Así que me dio mucho gusto enterarme de esta reproducción clara, disponible, limpia. Y encontrarme con Margarita Aguilar, a través de su blog. Sí, se le extraña.
*Cuenta regresiva (Instituto Sonorense de Cultura, 1992)

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ceci, 12

Ceci de mi alma, Cuando leas esto ya tendrás 12 años. Una edad en la que las artes de la magia se convierten en empeño, esfuerzo, sabiduría forjada cada día, conciencia. Y eso te pediré hoy: un poco de magia para que me hagas estar contigo en ste momento, para que me sientas en tu corazón y en tu mente con la claridad con que me ves cada día a las seis de la mañana en la cocina, preparando todo antes de que te vayas a la escuela. Aunque, estando tan modorras, ¿podemos vernos con claridad? Mejor: con la claridad con que me ves cuando regresas de la escuela y me cuentas lo que pasó, mientras la comida termina de prepararse, y el celular suena y suena y suena con mensajes y el trabajo interminable, que tr fastidia un poco. Hay una escritora que dice que de alguna manera las mamás nunca podemos separarnos del todo de nuestras criaturas, porque hemos estado tan unidas una en la otra, desde el inicio de la vida, que es imposible. Y así como el misterio inicia, gestándose en el vientre

Capomo

Alicia, la novia de mi hermano Martín , me invitó a montar. A pelo. Sin silla de montar. Yo era niña. Tenía quizá 10 años. Anduvimos por el monte, lleno de brizna seca, con el sol muy bajo y naranja. En el silencio montaraz, ella me cantaba "La flor de capomo", ¿la conoces?, me preguntó. Le dije que no, entonces me la cantó en mayo. Este es uno de los momentos más memorables en mi niñez. Tiempo después, en una fiesta en el campo donde había música en vivo, mi padre quiso complacerme con una canción. "La flor de capomo", pedí, y mi padre sonrió extrañado y orgulloso a la vez. Desde entonces, para él esa es mi canción. Sí, esa es mi canción. Nunca he visto una flor de capomo. Queda poca gente que la ha visto. La flor de capomo crece en los ríos. Y ahora el río yaqui y mayo ya están secos, por lo que la flor de capomo es ya casi mítica. La raíz es muy extensa y con muchos tentáculos. Es como un estropajo estirable que se clava muy superficialmente en la tierra. El t

Mariana, 28

Mariana de mi alma, Desde que naciste me pregunté mucho qué sería de ti. Porque esa mirada profunda que parecía venir de otros mundos y otros tiempos, ese llanto intenso y que llenaba la habitación, o esa risa llena de luz y plenitud solo me llevaban a preguntar: ¿qué hará en esta vida? y sobre todo, ¿qué tengo que hacer yo, como su madre, para acompañarla? Desde entonces siempre te he visto llegar a los linderos, ampliar los límites, llevarte a ellos o más allá de sus coordenadas. No como alguien que rompe, sino descubre; no como alguien que se precipita, sino explora. Una especie de cartógrafa del ser. Sin tibiezas ni inmovilismos. Y pienso en lo afortunada que soy de conocer más allá de mis miras miopes gracias a ti, de ser empujada más allá de mis límites por ti. Siempre. Incluso hoy. Nada de medianías contigo, nada de apatía, de pasividad. Aunque sea yo una roca angulosa y pesada, crees en mí como un canto rodado. Y pienso que tu misma búsqueda de expresión, sin límites c