Murió Ana María Matute (1925-21014). Una pluma cercana a mi alma. Esa forma de develar la luz raída de la infancia. Los flecos de un mundo que no acaba de encajar. Un universo en penumbras, inquietante, inexplicable que convulsa el corazón desde los primeros años. Y todo con una voz potente, con peso. Se va una de mis favoritas. Ella lo dijo: después de Olvidado Rey Gudú ya podía irse. Yo digo que escritores como ella nunca deberían irse. Y nunca se van.
"Inicia mi adolescencia", nos anunciaste. Y sí, aquí estás con toda ella: con sus preguntas, titubeos, con su riada sin presa alguna, con su belleza latiendo, sus risas incontenibles y sus lágrimas igual de irrefrenables. Llega con una letra bella y desprolija a la vez, con vocaciones más claras. Otro tono de voz, otro tono ante la vida. Más vulnerable quizá, pero más decidida a caminar. Más silenciosa e interna, y más vociferante en sus formas. Me emociona observarte, redescubrirte, tomar tu mano y decir: calma, no hay prisa; calma, nadie fuera de ti te enuncia y determina; calma, calma, hay tanto por descubrir, hay tanto tiempo por delante, tanto aprendizaje en el itinerario, tantos hallazgos y tesoros, aun aquellos disfrazados de ceniza o putrefacción. Calma. Que en tu corazón nadie hable más que tú. Que ante el espejo no hable nadie más que el amor con el que te creamos y trajimos al mundo. Que tu voz interior solo se hable a sí misma con la ternura y admiración con la...
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Un saludo Marian.