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Pepe

Supimos de Pepe por una familia del Montessori al que asiste Cecilia. Un weimaraner de poco menos del año, al que habían rescatado y ofrecían en adopción. Nos enamoramos de la idea y luego de él cuando lo vimos en una foto: dulce, cariñoso, un cachorrazo.
Cuando Jaime era niño tuvo a la Pola, una perra de la misma raza; y yo a Natasha, igual. Ambos guardamos entrañables recuerdos de esas hermosas bestias. La decisión fue nostalgia y mera corazonada.
Hoy fue la acogida, previa charla sobre perros y animales. Pudimos hablar de muchas otras cosas: de arte, de literatura, de niños. Hay muchos puntos de encuentro con la familia Pous. Pero Pepe merecía el protagonismo.
El cachorrazo se despidió de su antiguo hogar donde le salvaron la vida. Pepe fue mirando por la ventana mientras se alejaba del olor de su hasta entonces amo. Pronto entendió y se acurrucó entre Jaime y yo.
Ya está en casa, fue bien recibido por sus colegas. Asmar, el alfa, dio la bienvenida al cachorro grandote; a Negri le pareció muy divertido; sólo Warhol, el más pequeñito, se puso a la defensiva, quizá viendo la oportunidad de ponerse por encima de alguien. Vanamente, está de más decir.
Teníamos opciones para cambiarle de nombre. Pero Pepe se ha ganado nuestro respeto: él es Pepe, tiene cara de Pepe y merece seguir siendo Pepe con toda su bella historia.
Eres muy bienvenido, Pepe.




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