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Ceci: 4

Hace cuatro años Cecilia nació. Su padre acariciaba mi cabeza y conversaba conmigo, mientras la cortina nos separaba del escalpelo. Y una vez que ese telón cayó, su padre no ha soltado su mano. Ha encontrado para ella los juguetes más extraños y bellos; le ha descubierto libros que abren voces (que, incluso, abren todas sus voces); le ha entregado la llave para la parte divertida de los museos; le ha mostrado el mar, el desierto, el bosque, los volcanes, los ancestros, sus otras lenguas, la ciudad a la que ella aterrizó suavemente en un globo desde el desierto; la ha contagiado de su amor a los peces y del esmero contenido en una pecera; le ha contado un cuento cada noche; le ha rezado el ángel de la guarda cuando ella lo pide, aunque él no crea en nada que no esté contenido en nuestra urdimbre de músculos y huesos; ha coloreado desde princesas a dinosaurios cuando ella ha puesto colores en sus manos; ha cuidado sus mocos, ha intentado desenredar su pelo, ha tratado de combinar su ropa; ha untado nutela a su pan, le ha pelado manzanas; le ha cantado canciones exasperantes para probar su paciencia, le ha puesto música sublime; ha hecho siestas con ella; le ha dicho No, le ha dicho , le ha dicho que la ama, se lo ha demostrado cada día. Y aunque Cecilia haya estado en mi vientre, hoy no quiero saborear ese día en que ella calló su llanto recién nacido cuando escuchó mi voz. Hoy quiero saborear que Jaime me hizo madre de nuevo. Y que en él, Cecilia tiene a un padre. Añado: a un gran padre.


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Capomo

Alicia, la novia de mi hermano Martín , me invitó a montar. A pelo. Sin silla de montar. Yo era niña. Tenía quizá 10 años. Anduvimos por el monte, lleno de brizna seca, con el sol muy bajo y naranja. En el silencio montaraz, ella me cantaba "La flor de capomo", ¿la conoces?, me preguntó. Le dije que no, entonces me la cantó en mayo. Este es uno de los momentos más memorables en mi niñez. Tiempo después, en una fiesta en el campo donde había música en vivo, mi padre quiso complacerme con una canción. "La flor de capomo", pedí, y mi padre sonrió extrañado y orgulloso a la vez. Desde entonces, para él esa es mi canción. Sí, esa es mi canción. Nunca he visto una flor de capomo. Queda poca gente que la ha visto. La flor de capomo crece en los ríos. Y ahora el río yaqui y mayo ya están secos, por lo que la flor de capomo es ya casi mítica. La raíz es muy extensa y con muchos tentáculos. Es como un estropajo estirable que se clava muy superficialmente en la tierra. El t

Mariana, 28

Mariana de mi alma, Desde que naciste me pregunté mucho qué sería de ti. Porque esa mirada profunda que parecía venir de otros mundos y otros tiempos, ese llanto intenso y que llenaba la habitación, o esa risa llena de luz y plenitud solo me llevaban a preguntar: ¿qué hará en esta vida? y sobre todo, ¿qué tengo que hacer yo, como su madre, para acompañarla? Desde entonces siempre te he visto llegar a los linderos, ampliar los límites, llevarte a ellos o más allá de sus coordenadas. No como alguien que rompe, sino descubre; no como alguien que se precipita, sino explora. Una especie de cartógrafa del ser. Sin tibiezas ni inmovilismos. Y pienso en lo afortunada que soy de conocer más allá de mis miras miopes gracias a ti, de ser empujada más allá de mis límites por ti. Siempre. Incluso hoy. Nada de medianías contigo, nada de apatía, de pasividad. Aunque sea yo una roca angulosa y pesada, crees en mí como un canto rodado. Y pienso que tu misma búsqueda de expresión, sin límites c