Hoy es cumpleaños de Ceci. Y esta noche me ha dicho que no quiere crecer. Que siempre quiere tener 7 años, quizá 8. Pero eso de crecer, no le gusta. Lloraba.
¿A qué tienes miedo? Quise ahondar. Cada día lleva su afán, y cada día te prepara para el siguiente. Así hoy no puedes saber lo que la Ceci de 8 sentirá ante la Ceci de 9 años. Cada día se disfruta, cada día se aprende, cada día se crece, y sin embargo, no lo notas.
¿Qué tengo de diferente hoy a cuando tenía 7 años?, me preguntó. Un día más de vida, solamente, no es un año, no es un grado. Es solo un día más, pero que te hizo completar la vuelta al sol. Como niña Montessori lo sabes. ¿Pero qué responsabilidad tengo ahora?, se preocupa. Y le digo que ninguna nueva; las responsabilidades se obtienen cuando una está lista para asumirlas. Y se asumen con alegría y entusiasmo. Ella misma me pedirá un reto nuevo, como cuando pasó a segundo. Nadie le ordena; ella camina a su paso, le digo. Y deja de llorar.
Ceci es su propia lección. Ceci ha sido una lección para todos. Pero aún no puedo decírselo; aún no lo ve. Cuando tenía 4 meses y medio de embarazo, se me desprendió la placenta y aprendió a estar quieta en un rincón de mi vientre para sobrevivir. Habló a partir de los 4 años, y no antes de los 7 años empezó a leer y dejó de ir a terapia de lenguaje. Es decir, cada paso ha sido propio, suyo, único, libre. No puede ser distinto en su futuro. No tendría por qué temer.
Y en todo su andar ha tenido personas que la han guiado, fortalecido, apoyado para ser esa niña que es hoy: dulce, tranquila, original, terca, llena de curiosidad ante el conocimiento, generosa, empática, con un sentido del humor que desarma.
Y pienso en que todo el amor y apoyo especializado que Ceci ha recibido son como hilos de energía que aún están ahí, como linternas en su vida.
Y dentro de todas las cosas que aún no le puedo decir es que este año me ha enfrentado con la vida, con la muerte. Que el año pasado varios padres nuestros y de los amigos murieron. Y parecía ley de vida. Pero este año he despedido a mis amigos. A Esteban, que andaba por los 50; a Margarita, en sus 60; a Carmen Leticia, en sus 40.
No hay leyes de vida. Por eso cada día tiene su afán y su belleza, y su cruz y su reto, y su oscuridad y su esplendor, y su caída y su gloria. Y esos pequeños signos en cada día, son claves para entendernos mejor y amar más, y disfrutar más. Porque son una red de revelaciones o misterios tan bellos, complejos y sutiles como el tomento. Tan humildes y resplandecientes como el tomento. Tan fugaces como el tomento. Tan llenos de sentido como el tomento. Pero aún no puedo decírselo.
Sólo puedo decirle: feliz cumpleaños, Ceci, te amo hasta desbordarme.
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