Ir al contenido principal

Mariana, 24




Mariana siempre había deseado una fiesta sorpresa. Y yo siempre había querido hacerle una.  Pero me descubría antes de tiempo, o tenía que abortar la operación anticipadamente por la cantidad de preguntas que ella hacía hasta dejar por descubierto el plan.
Ayer su gran amiga Valeria lo logró. Citó a las amistades de Mariana en un bar y la sorpresa fue.
Por muchos años tuve (y aún tengo, pero con un espíritu y un inventario distinto) una frase impresa: "Mi gloria ha sido tener tales amigos" (Yeats).
Y al ver las fotos y videos de Mariana en las historias de instagram, sonriente, rodeada del cariño y la  alegría de la amistad, pienso que también en su caso ha sido una gloria.
Y que todos esos vacíos que he dejado en mi relación materna con ella —por torpeza, incapacidad, taras o lo que sea—, los han llenado sus amistades, desde que era pequeña y ya hacía pandilla con Andrea, Paulina, Alejandra, Kristina, Simon; luego con Ivana, Alejandro, Julián, Conny; ya aquí en la Ciudad de México, con Sandy, Valeria, Maca, Natalia, Fernanda; y todos los nombres que sé, que no me sé, que se me revuelven, los que conozco y no conozco.
Este ha sido un año muy complejo para Mariana: se mudó a vivir sola, sacó adelante a su perrito que fue atacado gravemente por un pitbull, y todo lo ha superado con honores; y han sido sus amistades quienes nuevamente la han arropado, apoyado, acompañado, en todos esos vacíos que estúpida pero inevitablemente dejamos las madres.
Y si mi gloria han sido tales amigos, ahora mi gloria es atestiguar en Mariana su capacidad de entrega generosa, de apertura, de compromiso, de amor fraterno, de solidaridad, de amor benévolo con el que prodiga a los amigos, y también al mundo y a la naturaleza.
Feliz cumpleaños, Mariana, y que sigas siendo esta tejedora de redes generosas que son las amistades. Eso hace que el mundo sea mejor.
Te amo y te admiro sin medida.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ceci, 12

Ceci de mi alma, Cuando leas esto ya tendrás 12 años. Una edad en la que las artes de la magia se convierten en empeño, esfuerzo, sabiduría forjada cada día, conciencia. Y eso te pediré hoy: un poco de magia para que me hagas estar contigo en ste momento, para que me sientas en tu corazón y en tu mente con la claridad con que me ves cada día a las seis de la mañana en la cocina, preparando todo antes de que te vayas a la escuela. Aunque, estando tan modorras, ¿podemos vernos con claridad? Mejor: con la claridad con que me ves cuando regresas de la escuela y me cuentas lo que pasó, mientras la comida termina de prepararse, y el celular suena y suena y suena con mensajes y el trabajo interminable, que tr fastidia un poco. Hay una escritora que dice que de alguna manera las mamás nunca podemos separarnos del todo de nuestras criaturas, porque hemos estado tan unidas una en la otra, desde el inicio de la vida, que es imposible. Y así como el misterio inicia, gestándose en el vientre

Capomo

Alicia, la novia de mi hermano Martín , me invitó a montar. A pelo. Sin silla de montar. Yo era niña. Tenía quizá 10 años. Anduvimos por el monte, lleno de brizna seca, con el sol muy bajo y naranja. En el silencio montaraz, ella me cantaba "La flor de capomo", ¿la conoces?, me preguntó. Le dije que no, entonces me la cantó en mayo. Este es uno de los momentos más memorables en mi niñez. Tiempo después, en una fiesta en el campo donde había música en vivo, mi padre quiso complacerme con una canción. "La flor de capomo", pedí, y mi padre sonrió extrañado y orgulloso a la vez. Desde entonces, para él esa es mi canción. Sí, esa es mi canción. Nunca he visto una flor de capomo. Queda poca gente que la ha visto. La flor de capomo crece en los ríos. Y ahora el río yaqui y mayo ya están secos, por lo que la flor de capomo es ya casi mítica. La raíz es muy extensa y con muchos tentáculos. Es como un estropajo estirable que se clava muy superficialmente en la tierra. El t

Mariana, 28

Mariana de mi alma, Desde que naciste me pregunté mucho qué sería de ti. Porque esa mirada profunda que parecía venir de otros mundos y otros tiempos, ese llanto intenso y que llenaba la habitación, o esa risa llena de luz y plenitud solo me llevaban a preguntar: ¿qué hará en esta vida? y sobre todo, ¿qué tengo que hacer yo, como su madre, para acompañarla? Desde entonces siempre te he visto llegar a los linderos, ampliar los límites, llevarte a ellos o más allá de sus coordenadas. No como alguien que rompe, sino descubre; no como alguien que se precipita, sino explora. Una especie de cartógrafa del ser. Sin tibiezas ni inmovilismos. Y pienso en lo afortunada que soy de conocer más allá de mis miras miopes gracias a ti, de ser empujada más allá de mis límites por ti. Siempre. Incluso hoy. Nada de medianías contigo, nada de apatía, de pasividad. Aunque sea yo una roca angulosa y pesada, crees en mí como un canto rodado. Y pienso que tu misma búsqueda de expresión, sin límites c