Ya terminé el primer capítulo de la novela. El primero de tres. Sé que requerirá mucho más trabajo. Pero regreso al dilema del FONCA: ¿el compromiso es entregar avances o corregir?
El capítulo dos es como el agua contenida en el aspersor de una manguera. Ahí está el flujo, la presión, la disponibilidad a la mano. Pero hay que administrar la historia. Este narrador avec se divierte, vaya que sí. Y anda buscando desde qué perspectiva contar este hecho tan esperado por 60 páginas: el momento en que Pedro por fin vuela.
O desde qué tantos narradoresconpersonajes puede abordarse la historia, de tal manera que nos dé un panorama completo de ese hecho culminante.
Pero aquí tengo una observación de cómo se ha modificado mi narrador y lo que entiendo como hecho culminante.
Pues resulta que en mi escaleta había un hecho totalmente secundario, que tenía tan poca importancia que no atiné ni siquiera a quitársela. Pero cuando conté el hecho desde los ojos del narrador-con-Daniel –es decir, los ojos de un niño-, se me antojó contar la misma historia desde los ojos de Agnes –la mujer piloto, esposa de Gabriel-; luego, desde la de Gabriel, y ya que andábamos en eso, pues venga, que le toque un cachito a Pedro.
Al contar ese hecho desde varias perspectivas, encontré que ese nudo que representa un conflicto sicológico muy fuerte para todos los personajes, podía explicar el devenir de muchos de ellos; por lo menos de los principales. Fue como girar las piezas del cubo de rubick, en obediencia a una fórmula automática, hasta lograr que cada lado estuviera del mismo color.
La historia así nos pilla. Y los autores acabamos NO siendo ni siquiera el narrador de nuestras historias; ni el artífice de éstas.
Como me lo dijo mi tutor –y hasta ahora lo entiendo con más claridad-: el escritor es sólo un lacayo al servicio de la historia.
El capítulo dos es como el agua contenida en el aspersor de una manguera. Ahí está el flujo, la presión, la disponibilidad a la mano. Pero hay que administrar la historia. Este narrador avec se divierte, vaya que sí. Y anda buscando desde qué perspectiva contar este hecho tan esperado por 60 páginas: el momento en que Pedro por fin vuela.
O desde qué tantos narradoresconpersonajes puede abordarse la historia, de tal manera que nos dé un panorama completo de ese hecho culminante.
Pero aquí tengo una observación de cómo se ha modificado mi narrador y lo que entiendo como hecho culminante.
Pues resulta que en mi escaleta había un hecho totalmente secundario, que tenía tan poca importancia que no atiné ni siquiera a quitársela. Pero cuando conté el hecho desde los ojos del narrador-con-Daniel –es decir, los ojos de un niño-, se me antojó contar la misma historia desde los ojos de Agnes –la mujer piloto, esposa de Gabriel-; luego, desde la de Gabriel, y ya que andábamos en eso, pues venga, que le toque un cachito a Pedro.
Al contar ese hecho desde varias perspectivas, encontré que ese nudo que representa un conflicto sicológico muy fuerte para todos los personajes, podía explicar el devenir de muchos de ellos; por lo menos de los principales. Fue como girar las piezas del cubo de rubick, en obediencia a una fórmula automática, hasta lograr que cada lado estuviera del mismo color.
La historia así nos pilla. Y los autores acabamos NO siendo ni siquiera el narrador de nuestras historias; ni el artífice de éstas.
Como me lo dijo mi tutor –y hasta ahora lo entiendo con más claridad-: el escritor es sólo un lacayo al servicio de la historia.
Comentarios
Saludos.
¡Actualiiiiiiiiiiiiiiiizame!
Cuidate.