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Quiero la palabra y su demás

Chocolate, respondieron los niños cuando académicos de la lengua y autoridades políticas les preguntaron sobre su palabra más querida.

Y sonrío porque en la palabra está su contenido y su realidad. Al elegir la palabra, los niños paladearon su textura suave que se unta en la lengua con todos los matices de la palabra “dulce”; sintieron en la boca su temperatura cálida que cubre el corazón como una caricia interna; abrieron las fosas nasales a ese olor exótico, complejo entre tierra acre, especias suaves y frutos azucarados, que intoxica y seduce. Gusta la palabra porque al pronunciarla se le evoca. Y no hay otra manera de percibir el lenguaje sino invocándolo: el miedo, el placer, la alegría, el amor.

Sonrío porque esa también sería la palabra favorita de mi hija. Y este fin de semana invocó y convocó en casa el placer del chocolate: Mordiskos Holanda compartidos con Luis; Nieve (no helado) en nuestra sala silenciosa bajo una nube de mmmmmhhhhh suspirados por nosotros tres; bolsa gigante de chiclosos y macizos que le trajeron su padre y su novia.

Sonrío porque esos niños seguramente querrían más esa palabra si supieran que puede escribirse xocolatl. Un desafío al castellano, a la ortografía, a la relación entre signo y fonética. Un juego delicioso y excitante como un chocolate derritiéndose entre nuestra lengua y paladar.

Comentarios

robles quiroz dijo…
Chocolate.Chocolate.Chocolate.
La vida es hermosa.

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