Por fin.
Por fin.
Por fin.
Terminé ese proyecto que llamé RN. Una radionovela. Un culebrón para que la gente caiga en cuenta de la importancia de saber leer y escribir. Y los dramas -todos- que la vida atrae por el analfabetismo.
Un proyecto que empezó en abril con el apoyo de Luis, y que continuó con la gran ayuda de Edith.
Están todos los elementos televiseros: la dama bella, aparentemente indefensa, acosada por los barbajanes del pueblo y alrededores. Pero están los elementos con los que me divertí horrores: el pollero que se lleva a los hombres del pueblo al otro lado, la tendera que tiene un aguaje, la señora que sufre de alzheimer, la quinceañera encaprichada en veintemil chambelanes...
Fue un trabajo arduo. Mucho. Meses de dormir entre 3 y 4 horas, fines de semana completos trabajando. Pero compromisos son compromisos. Y Mariana fue tan paciente...
Y ya, por fin: entrega de tres partes, entrega de tres cheques.
Por fin.
Por fin.
Terminé ese proyecto que llamé RN. Una radionovela. Un culebrón para que la gente caiga en cuenta de la importancia de saber leer y escribir. Y los dramas -todos- que la vida atrae por el analfabetismo.
Un proyecto que empezó en abril con el apoyo de Luis, y que continuó con la gran ayuda de Edith.
Están todos los elementos televiseros: la dama bella, aparentemente indefensa, acosada por los barbajanes del pueblo y alrededores. Pero están los elementos con los que me divertí horrores: el pollero que se lleva a los hombres del pueblo al otro lado, la tendera que tiene un aguaje, la señora que sufre de alzheimer, la quinceañera encaprichada en veintemil chambelanes...
Fue un trabajo arduo. Mucho. Meses de dormir entre 3 y 4 horas, fines de semana completos trabajando. Pero compromisos son compromisos. Y Mariana fue tan paciente...
Y ya, por fin: entrega de tres partes, entrega de tres cheques.
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