Ya sé, ya sé, mucho tiempo sin escribir.
Algo pasaba en mi organismo: era como tratar de correr el auto en segunda y sentirlo cascabelear en los altos.
Pero tenía que enfermarme en serio para parar: dormir, dejarme mimar, dormir y dejarme mimar.
Dormí sin cargo de conciencia ni culpas. Y la única culpa que cargo es que tuve que cancelar un viaje que haría con Mariana y mi sobrina Jhovis este fin de semana, y a cambio de eso ambas fueron mis cuidadoras, mis enfermeras, mis nanas, mis amorosas niñas.
Sus cuidados fueron milagrosos. Aquí la mejor receta que dispusieron para mí:
-Escuchar a mis sobrinos y a Mariana por la noche del viernes, mientras tenía fiebre, poniéndose al tanto de su vida; a cada momento iban y me revisaban; fueron a comprar cena; y Mariana y Jhovis me propusieron cancelar el viaje.
-El sábado, cuando dormí todo el día, Mariana y Jhovis cuidaron mi sueño; me hicieron de comer salmón con salsa de mango y una ensalada de espinacas, arándano y mango.
-Mariana lavó platos y bañó a Rabito, y estuvo al pendiente de que tuviera agua, de que hubiera tomado chochitos, de que me hubiera bajado la fiebre.
-En la noche ambas me visitaron en mi habitación y charlamos largamente, cosas de chicas.
-Hoy domingo estaba perfecta: respirando, sin fiebre, sin estornudar.
Aquí una foto con mis enfermeras amorosas (en la que Rabito mete la pata, por cierto)
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un abrazo.
UN abrazototte!