Fue ahí cuando decidí que quería escucharme, ser yo entre una familia abrigadora, mirar desde mis propios ojos y contar eso que veía. Hacía mucho frío, un 1 de enero. Estaba cumpliendo 14 años. El mar ahí, como en los inviernos, estaba de un color azul profundo, casi verde de brillante.
Luego ese lugar me ha llamado una y otra vez. Para decidir dejar de tener miedo, para abrazar una vocación, para ahondarme en el silencio.
Y también fue ahí donde me encontré con él y donde aprendí a ver con otros ojos mi propio paisaje.
Ahora hay otros que coinciden con nuestro arrobo: San Carlos es imponente.
Foto: Jaime Soler
Comentarios