
Hoy recibí una tarjeta de despedida del Colegio Mayor "El Salvador" en Salamanca. De corazón, aunque no de facto, este fue mi Colegio Mayor mientras estudié Teología en España. Iba todos los domingos a misa con ellos, las comidas dominicales eran con ellos, viajaba con ellos, íbamos al campo a jugar futbol, los cumples de Mariana los celebrábamos ahí. Y se convirtieron en mi familia, en mis hermanos, en los tíos de Mariana. Y Juan Miguel, el rector, era el abuelazo, y lo sigue siendo.
Se cierra un lugar para una teología profunda, enraizada en la realidad, en la libertad. Un lugar para las vocaciones tardías, para la interculturalidad; para el aprendizaje no sólo intelectual y de fe, sino sobre la sobriedad y generosidad vista desde el ejemplo mismo de su rector.
En ese edificio con vecinos igual de generosos, con un piso que nos alojó en nuestro primer aterrizaje, quedará la impronta de tantos jóvenes cameruneses, guineanos, chinos, dominicanos, mexicanos, españoles, algunos de con capacidades diferentes, que pasaron por ahí haciendo familia.
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