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Naturalezas


Soy mujer del desierto. Ahí me enseñaron que el hombre somete a la naturaleza: hace florecer la tierra yerma, finca su hogar donde ni la hierba clava la raíz, se enfrenta al calor insoportable. La naturaleza en el desierto esa impresión da: animales sigilosos, flora discreta, ausencia, sometimiento, complicidad.

Y ahora esa mujer del desierto tiene que reaprender. No es el hombre quien somete a la naturaleza. Aquí está el temblor de la tierra, sacudiéndonos con una furia controlada -todavía-, pero advirtiendo -todavía- que no siempre será así, alguna vez vendrá a derribar lo que pueda a su paso. Y he aprendido que vivo sobre roca volcánica, y eso me salva.

Pero hoy el cielo se oscureció, detrás de esa cortina plomiza empezó el estruendo -los truenos, los relámpagos- y la alerta pasó del 2 al 3, y anunciaron actividad en el popo. Y recordé el volcán, su entraña de fuego líquido. Y pensé en las olas de lava que en un momento arrasaron todo, sobre las que hoy vivo y que asoman en los cimientos de mi casa, en las tapias, en el tapanco.

Y me convenzo de que no hay tal. Es la naturaleza quien tiene el poder sobre nosotros. Y nosotros somos criaturas pequeñas e indefensas ante ella. Y me pregunto qué cambio estructural va a provocar en mí esta certeza.

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