¿No es lo que la vida pedía? Cambio de ciudad, de casa, de una familia de dos a una familia de casi cinco que ahora es plenamente de cinco. El cambio de un perro a tres, y luego la despedida y nuevamente dos -aunque estamos a punto de ir por el tercero. Mi casa en Hermosillo ahora tiene otro dueño y ya no es mi casa, ni la de Mariana. Mi coche allá ya no es mi coche.
¿Y el trabajo? El trabajo era esa vía de tren, larga, con su parte obsoleta, con su recorrido ruidoso, pero que sólo evidenciaba lo lejos lejos lejos que estaba. Unos rieles sinuosos que empezaban a mis pies y quién sabe dónde terminaban entre túneles oscuros y curvas trágicas.
Y cuando uno no se atreve, la vida se encarga. Y esa última nave que quedaba, ahora flota en brasas, ya en silencio, sin crepitar siquiera. O quizá éste sea el último crujido cuando la madera termina por hacerse ceniza. O eso quisiera. Que fuera ya lo último, para dejar de ver hacia ese horizonte, y buscar hacia otra dirección, tierra adentro.
¿Y el trabajo? El trabajo era esa vía de tren, larga, con su parte obsoleta, con su recorrido ruidoso, pero que sólo evidenciaba lo lejos lejos lejos que estaba. Unos rieles sinuosos que empezaban a mis pies y quién sabe dónde terminaban entre túneles oscuros y curvas trágicas.
Y cuando uno no se atreve, la vida se encarga. Y esa última nave que quedaba, ahora flota en brasas, ya en silencio, sin crepitar siquiera. O quizá éste sea el último crujido cuando la madera termina por hacerse ceniza. O eso quisiera. Que fuera ya lo último, para dejar de ver hacia ese horizonte, y buscar hacia otra dirección, tierra adentro.
Comentarios
Un abrazo, Blanca, y que alcances todo aquello que buscas, con libertad y desapego.