Terminé de leer Los emigrados de W.G. Sebald.
Llegué buscando esa especie de género bitácora sobre personajes, para encontrar alguna luz que me salvara del escollo en el que estaba metida en mi escritura. Y terminé encontrando el problema en otro lado. No en el género, sino en los mismos personajes. ¿La misión para continuar? Enganchar al lector con una pizca de personajes, que por ellos valga la pena explorar en el puñado más grande; trabajar para hacer a los personajes más vivos, entrañables, con historias soterradas que nos expliquen sus pasos y omisiones. Eso me llevó a un camino lleno de meandros, coyunturas y redes superpuestas de realidades. Sebald deshollinó mis conductos tapados para seguir escribiendo.
Seguiré con él. Pero antes haré una parada: Kafka en la orilla, de Murakami, que dominó la conversación con él en estas vacaciones.
Llegué buscando esa especie de género bitácora sobre personajes, para encontrar alguna luz que me salvara del escollo en el que estaba metida en mi escritura. Y terminé encontrando el problema en otro lado. No en el género, sino en los mismos personajes. ¿La misión para continuar? Enganchar al lector con una pizca de personajes, que por ellos valga la pena explorar en el puñado más grande; trabajar para hacer a los personajes más vivos, entrañables, con historias soterradas que nos expliquen sus pasos y omisiones. Eso me llevó a un camino lleno de meandros, coyunturas y redes superpuestas de realidades. Sebald deshollinó mis conductos tapados para seguir escribiendo.
Seguiré con él. Pero antes haré una parada: Kafka en la orilla, de Murakami, que dominó la conversación con él en estas vacaciones.
Comentarios