
Leo a Kundera.
Comento a Kundera.
—¿Te das cuenta de la importancia que toma Karenin? –al otro lado del teléfono.
No, el perro apenas asoma las orejas por la cama de Tomás y Teresa. Pero esa escena en la cama de Karenin promete todo. Un perro que saluda a sus amos en la cama y que vale un encantador aunque fugaz fragmento de una novela, lo promete todo.
Hoy en la mañana Rabito, mi perro, ha ido a despertar a Mariana y luego vino por mí mientras me aferraba a Kundera antes de levantarme. Besos embigotados en nuestros pies.
Hace poco cumplió sus dos años. Pienso que pasar a nuestras habitaciones a despertarnos es una especie de mayoría de edad. Ganar ciudadanía en nuestra casa. Tener un carnet que le permite estar en cualquier lugar, hasta los más privados.
—¿Te das cuenta de la importancia que tiene Rabito?
Mariana y yo, empijamadas, Rabito en regazo, rememoramos los highlights de nuestra vida con él.
Qué gran idea ha sido tener a este bicho en casa.
Qué gran idea de Dios hacer un animalito así: amistoso, querendón, siempre dispuesto a la caricia y al lengüetazo.
Con qué alegría sacude la casa como un plumero, como un mechudo.
Qué amor en ese beso de pies y en esa mirada negra y brillante que nos dice que alguien se alegra de que despertemos vivas.
Cuánto te entiendo, Kundera.
Comento a Kundera.
—¿Te das cuenta de la importancia que toma Karenin? –al otro lado del teléfono.
No, el perro apenas asoma las orejas por la cama de Tomás y Teresa. Pero esa escena en la cama de Karenin promete todo. Un perro que saluda a sus amos en la cama y que vale un encantador aunque fugaz fragmento de una novela, lo promete todo.
Hoy en la mañana Rabito, mi perro, ha ido a despertar a Mariana y luego vino por mí mientras me aferraba a Kundera antes de levantarme. Besos embigotados en nuestros pies.
Hace poco cumplió sus dos años. Pienso que pasar a nuestras habitaciones a despertarnos es una especie de mayoría de edad. Ganar ciudadanía en nuestra casa. Tener un carnet que le permite estar en cualquier lugar, hasta los más privados.
—¿Te das cuenta de la importancia que tiene Rabito?
Mariana y yo, empijamadas, Rabito en regazo, rememoramos los highlights de nuestra vida con él.
Qué gran idea ha sido tener a este bicho en casa.
Qué gran idea de Dios hacer un animalito así: amistoso, querendón, siempre dispuesto a la caricia y al lengüetazo.
Con qué alegría sacude la casa como un plumero, como un mechudo.
Qué amor en ese beso de pies y en esa mirada negra y brillante que nos dice que alguien se alegra de que despertemos vivas.
Cuánto te entiendo, Kundera.
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