Tenía miedo de una novela tan masculina. Los límites y los retos que significaba. Pero luego sucedió que los personajes fueron caminando solos y fue más divertido de lo que hubiera creído.
A la vez, ese mundo masculino es impregnado por fragmentos cortos, colocados aquí y allá, donde se cuenta la historia de la tía Agnes con Daniel, el piloto y sobrino más joven. Parecen prosas poéticas. Y escribirlas no solo me divierte, sino que implica un resquicio para fluir más allá de los diques que me avisa la novela.
Los estoy escribiendo totalmente en paralelo, y llegará el momento en que tenga que intercalar. Entonces volverá el miedo.
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