
Casi cumplí la media semana con la macbook sin funcionar. Calladita, lejana a mí, ocultándome mis propias palabras, proyectos, faenas. Ahí estaba: su espalda oscura. La ausencia.
Se trataba del cable. Murió.
Y he pensado en los cables perdidos, más que nunca evidentes: con personas, con cierta luz, con cierto clima, con espacios, con el trazo de una ciudad que me sé de memoria.
¿Han muerto esos cables? ¿Es cuestión de reconectar otros? Aún no lo sé.
Él llegó con una cajita perfecta y el cable funcionó. Ese cable. Y aunque esta máquina persigue los estertores (¿últimos?) de ese mundo, quizá el nuevo cable me lo recuerde: mi vida ha cambiado. Y hay que dejar ir todo aquello que no puede pervivir a través él: aquella luz, aquel clima, aquellos espacios antes míos, aquel trazo de ciudad que sé de memoria, aquellas personas que no ven cables para cruzar libre y alegremente, sino barricadas.
Comentarios
Feliz domingo. Saludos a tus Ángeles :D