Y es la inercia del lenguaje. Que se genere con esa indolencia que nada sacude ni dice ni cuestiona ni goza.
Y cuando ese miedo me empieza a carcomer, me gusta ir a Reinaldo Arenas, me gusta ese lenguaje que fluye con vida propia, como autogenerado, pero que no es inercial ni inerte, sino poderoso, lúdico.
Leo El portero (Tusquets), porque además de que es Reinaldo Arenas, me interesa cómo transita de uno a otro personaje con permanencia y significancia, a pesar de su fugacidad.
Comentarios