Este niño de mirada negra y adulta, con el ceño tupido, con esos labios tan breves como sus pocas palabras, es el mismo que luego fue de adulto.
Yo no conocí al niño. Sé que era introvertido, pensativo, travieso, comelón; que colgaba las muñecas de sus hermanas de los árboles del huerto familiar; que quería trabajar desde muy pequeño, y marchar con los soldados y enamorarse.
Yo lo conocí después. A sus 26 años. Cuando yo era un bultito leve y quieto que dormía entre él y su mujer.
Desde entonces lo he visto cumplir años. Y la mirada negra se ha ennoblecido, el ceño se ha dulcificado, y sus pocas palabras ahora son más certeras y sabias.
Ese niño con rostro de hombre; ese hombre de mirada niña; ese hombre-niño que es mi padre, cumple 70 años. Y abrazo cada uno de sus días, cada uno de sus años. Abrazo al hombre sabio y amoroso que es mi padre. Te adoro, papi.
Comentarios